Diario de un confinamiento a 2.300 metros (días 36-39)

Días 36 y 37:

¡Lo encontré! A la tercera fue la vencida. Hoy día 22 de abril, día tropecientos de la cuarentena, encontré por fin el esquí que me faltaba. Si quieren conocer la historia completa empiecen por aquí. Tras algo más de dos meses enterrado en la nieve, encontró a su hermano gemelo, que le esperaba en tierra firme al calor del hogar. Un Black Crows Orb del año 2018, con 178 cm y 91 cm en el patín y 18 metros de radio que lo hace claramente polivalente dentro de la gama All Mountain. Su precio oscilaba casi en los 700€ cuando salió a la venta. Y está prácticamente nuevo. Una pepita de oro en la montaña.

Después de dos días de mal tiempo, en el que dudábamos si ir o no, decidimos esperar a que las condiciones fueran idóneas. Sabiendo que los helicópteros ya no salen a patrullar (imagino que los 3500€ que cuesta una rondita por el valle les enfría un poco) nos hemos aventurado en mitad de la mañana. Un pequeño descenso inicial para alcanzar la zona de Boismint, y acto seguido enfundábamos las pieles de foca para una pequeña travesía de algo más de 40 minutos por pistas hasta alcanzar el “entonnoir”, el embudo en castellano. Un acantilado en lo alto de dicha vertiente que se corta en dos dejando un pasaje en medio en forma triangular, muy curioso a la par que peligroso con buena nieve virgen. Desde allí, sobrevolé una última vez con el dron para recordar y memorizar toda la zona y ver hacía donde debíamos dirigirnos. Había estudiado tanto la zona que no tardé ni 5 minutos en volver a verlo desde los aires. Solo quedaba llegar en esquís. Quitamos las pieles en una zona un tanto trambólica (empinada vaya) y nos dirigimos hacia la cubeta que parecía guardaba aquel preciado tesoro. Resultó que para más disfrute la nieve estaba hasta buena, cosa que parecía mentira tras mes y medio sin precipitación. El potente Sol en su cota más alta calentaba la nieve reblandeciéndola, gozoso gozoso. Y para más alegría, ya desde lo lejos capté las dos rocas de forma fálica que tenía como referencia y efectivamente, 20 metros más abajo se encontraba, ansioso por salir de allí.

Lo más curioso es que bajando para alcanzar la pista de vuelta a casa, pum, otro esquí. Ahora que es primavera se reproducen y crecen como las setas. No, otro turista intentando hacer cosas para las que no está preparado. Y es que nos pensamos que el fuera pista es algo chupado, y nada más lejos de la realidad. Esquí de alquiler sin ningún interés, que devolveré a su dueño a la espera de que su hermano esté esperándole guardado en algún armario o rack. Así pues, ya solo me queda un último desafío para poder marcharme tranquilo de aquí: el ascenso a la Cime Caron, a 3.240 metros de altura. Una 3 horas de marcha con unos 1.100 metros de desnivel positivo. Con ello, podremos emprender camino hacia el nivel del mar, hacia la humedad y el aire salado, a oler la hierba recién cortada y la madera húmeda.

Día 38:

Ya tenemos fecha de partida, nos vamos el 2 de mayo. Mi contrato termina el 4 pero cuanto antes nos marchemos, antes pueden ellos moverse también, nuestros jefes y una de las familias fundadoras de Valthorens, para visitar a la familia. Pasaremos por el precioso lago de Annecy, uno de los lugares más demandados de Francia para vivir. El precio de la vivienda es desorbitado, más si contamos que está muy cerca de Ginebra, y muchos “frontaliers” van y vienen todos los días a trabajar a Suiza. Un lugar montañoso que permite el disfrute de los deportes de invierno pero cuya temporada alta es el verano con todas las actividades acuáticas en el lago y un clima sosegado. Y tenemos amigos allí, flamantes nuevos propietarios de un caserón, razón de más para pasar por la zona de camino a las Landas. Fue uno de los lugares elegidos a nuestra vuelta de Nueva Zelanda para instalarnos e incluso Celine encontró trabajo y vivió allí un mes, pero la nieve me llamó a filas. Quién sabe, algún día, quizás.

Hace dos días se celebro el día de La Tierra, una jornada reivindicativa que proclama una vida más sostenible que evite la degradación de los recursos naturales y de las especies pobladoras de este magnífico planeta, quizás único en el Universo. El día de la tierra debería ser todos los días pues. Y de mientras, un información sale a la luz, a través de medios poco convencionales, por supuesto, jamás lo veréis en la televisión, destapando quizás una de las grandes mentiras del mundo actual: la extracción de petróleo produce 6 veces su cantidad de un producto radiactivo llamado “salmuera”. Dicho producto no es tratado como tal, y muchas veces se vierte en carreteras, en depuradoras claramente no preparadas para dicha radiactividad, o simplemente se entierra. Esta salmuera se ha comprobado es, ojo al dato, 25.000 veces más radioactivo que los estándares de salud permitidos. En EEUU se práctica el fracking, que hace salir 10 veces más productos radioactivos si cabe. Si no me creen vayan a este video. De salir completamente a la luz, los combustibles fósiles estarían relegados al olvido, cosa que debería haber ocurrido hace ya algunas décadas. La era de las energías renovables está más cerca, solo queda un gran escollo por resolver, eliminar el gran poder de las multinacionales petroquímicas para que así los políticos tomen una decisión tan valiente como primordial. Seamos positivos (POSITIVISMO AL PODER), lo vamos a conseguir.

De mientras el presidente de los Estados Unidos de América, cuyo país bate records en muertes por Covid-19 (pero se reabren Estados como Ohio ayer mismo) tiene los santos cojones de declarar en rueda de prensa que habrá que inyectar desinfectante y rayos solares en pacientes para curarlo. Rápidamente su equipo técnico tiene que salir a rebatir sus palabras, recordemos que ha habido muertos en EEUU por consumir derivados de la Cloroquina que trumpito recomendó a su población. Es peor que Los Simpsons, y nos lo tomamos a risa. ¿Cómo es posible que semejante individuo sea presidente de uno de los países más poblados y poderosos del mundo? Yo, lo siento mucho, pero no me lo explico. O sí, un presidente ignorante para una sociedad ignorante. Sociedad creada a lo largo de décadas para ser ignorantes. La sociedad del dinero, donde ellos mismo se creen que es más importante ir a trabajar que tener un buen estado de salud. Pero se creen libres, predicando la libertad como si solo ellos la tuvieran, cuando pocas sociedades actuales están tan “esclavizadas” por el dinero. Ala, ya me voy calentito.

Día 39:

Se nos fue un grande. Mi compañero de fatigas, y de las de verdad, las de subir al monte. Mi compañero de uno de los deportes que más consumo de oxígeno implica, precisamente en lugares donde el oxígeno empieza a escasear. Ayer emprendió camino, por 14 horas, hasta su segundo hogar, en en sur de Italia. Su señora, italiana, andaba ansiosa de poder partir lo antes posible, por lo que pese a todo lo que hubiera podido rebatir, sabía que su tiempo en las montañas estaba pronto acabado. Lo que no sabía es que partiría de un día para otro. Acaban de llegar hace escasos minutos, tras una noche entera de conducción y dos controles policiales. Las fronteras están cerradas, y difícilmente una persona nacionalizada en un país puede pasar a otro que no sea el suyo. Afortunadamente los papeles propiedad de una casa en Italia más una atestación de su empleador diciendo que debían abandonar su alojamiento en Valthorens les han salvado.

Cambiando de tema, anoche vi algo alucinante. A eso de las 10 de la noche salí a la terraza como acostumbro para ver las estrellas. El cielo aquí en lo alto es aún más espectacular. La contaminación lumínica brilla por su ausencia, y nunca mejor dicho. Lo cielos son claros y nítidos, espero que alguno no se ponga a pensar ahora que es porque estamos más cerca de las estrellas. Sin luna el cielo se presenta aún más estrellado si cabe, distinguiendo incluso nebulosas a simple vista. En esas estaba cuando discerní una estela a lo lejos dirección Oeste. Pensé que era la estela de un gran asteroide que venía de pasar, una estrella fugaz. Pero se mantenía allí, impasible. Pero que coj… y llamé a gritos a Celine. La estela se iba haciendo más y más grande y se dividió en dos líneas rectas que se seguían. Porque el bicho ese se movía hacia nosotros. Estábamos entre un júbilo de ver algo novedoso y un miedo de no saber que coño era eso. Poco a poco, según se acercaba más y más, la línea se dividió en puntos de luz fijos, no como las estrellas, que se seguían unos a otros en una perfecta línea recta. Pasó por encima de nuestras cabezas y en cuestión de segundos desapareció entre los tejados de Valthorens, dejándonos como uno de los 7 enanitos, mudito.

¿Han oído hablar de Elon Musk? Uno de los hombres más ricos del planeta, cofundador de PayPal y fundador de Tesla, SpaceX y Solarcity, entre otros. Un genio en toda regla. Pues bien eso que vimos en el cielo no son más que una serie de satélites recién lanzados al espacio dentro del proyecto Starlink de la compañía SpaceX con la que podrán crear su propia red de Internet a alta velocidad a nivel global. El último envío a la órbita terrestre fue el 22 de abril, dos días antes de mi visión. Ha enviado ya unos 420, pero es que quiere tener en órbita un total de 12 satélites. Una auténtica locura. De continuar así, el visionado del cielo nocturno no será el mismo.

Os dejo para acabar un maravilloso vídeo de Haro, mi Hub personal, recién salido del horno. Gracias a su creador, Mario Urquiaga: https://zurk.es/

Diario de un confinamiento a 2.300 metros de altura (Días 32-35)

Día 32 y 33:

Hoy me he pesado dos veces al levantarme. Antes y después de haber desayunado y descomido. El balance neto es casi cero. Lo comido por lo cagado. De nada.

Y hoy, tras dos partidas de Catán online con los de Briñas (al fin gané una partida), un ligero ojo al casco de realidad virtual de la PS4 (ojo que me lo cojo), y un email para trabajar 15 días plantando vides por Las Landas a partir del 11 de mayo, famoso día del desconfinamiento, he hecho el descubrimiento del siglo. Hoy han hecho un filtro Instagram en el que puedes poner tu cara en los ya famosos negros del “coffin dance” o baile del ataúd (para los de la LOGSE, o esta generación misma que va a perder un año académico pero van a ser aprobados de forma general gracias al PSOE, creando sociedades ignorantes que se queden calladitas). Espectacular. Qué sería de nosotros ahora mismo sin Internet. Pues probablemente sobreviviríamos, leeríamos más, haríamos ejercicio físico. Pero sin duda sería mucho menos divertido. Gracias a Internet se deja ver y se difunde la originalidad de la gente, que quizás se desarrolla aún más si cabe en periodos como este.

Y probablemente nos costaría mucho más estar en contacto con los nuestros, con los más cercanos. Con quien tu elijas, en definitiva. El día en el que transcribo estos recuerdos (que ya no es hoy si no antesdeayer, jodida línea temporal), tuve mi dosis de sociabilidad para un cierto tiempo. Minutos. Y es que gracias a las redes sociales y a las aplicaciones móviles, pude pasar la tarde (concretamente de 17h a 23h con un descanso de 19 a 20) en videoconferencias con amigos. Te enteras de las novedades por el pueblo, de como se encuentra el sistema sanitario en estos momentos, de la mano de una buena amiga que está al pie del cañón como enfermera en Haro; de la situación actual en España, en la que pequeños matices del confinamiento hacen grandes diferencias respecto a la cuarentena francesa. Y de minucias para el conjunto de la sociedad pero grandes cambios en la vida de personas individuales: bodas anuladas o retrasadas, abuelos que no pueden ver a sus nuevos nietos recién nacidos, nietos que no pueden despedir a sus abuelos atacados por ese enemigo del hombre creado por el modo de vida humano actual, tan alejado de los principios del ser humano como animal terrestre. Y respecto a esto último querría hacer un inciso para hablar de un artículo bastante interesante que encontré hace unos días. Dice así:

“Ya no estamos adaptados biológicamente a esa interacción”, aclara el arqueólogo, “ahora los virus y otros microorganismos que se hospedan en animales de bosques, selvas y sabanas se ceban en nosotros. Es el ejemplo de cómo el coronavirus se ha abierto paso”. La pandemia del Covid-19 es la venganza de la naturaleza con el ser humano. ¿O es solo una advertencia? Los incendios forestales en Australia, las plagas, los récords de calor o la crisis sanitaria actual. Inger Andersen, director ejecutivo del Programa de Medio Ambiente de la ONU, afirma que el medio natural está mandando un mensaje a la humanidad, según recoge el diario The Guardian. “La prioridad inmediata es proteger a las personas del coronavirus y prevenir su propagación. Pero nuestra respuesta a largo plazo debe abordar la pérdida del hábitat y la biodiversidad”. Y concluye, “si no cuidamos la naturaleza, no podemos cuidarnos a nosotros mismos”.

Si no cuidamos la naturaleza, no podemos cuidarnos a nosotros mismos. ¿Cómo algo tan, a primeras, fácil de comprender, nos cuesta tanto poner en práctica? No podemos pretender una viabilidad a largo plazo de la humanidad entera si no cuidamos el hábitat en el que vivimos. Y claramente no lo estamos haciendo. No es una guerra contra el virus, como describió macroncito en una de sus primeras comparecencia, es una guerra contra el propio sistema en el que vivimos. Si queremos sobrevivir a todas estas catástrofes que comienzan a sucederse cada vez más a menudo, debemos cambiar nuestra forma de vida, debemos cambiar nuestro sistema económico. No queda otra. Y ese será el gran desafío post-coronavirus ¿Seguirán las cosas como están, sufriendo golpes por todos lados hasta caer, o atacaremos el problema de raíz para no volver a tropezar con la misma piedra?

Bajo mi humilde opinión, la clave radica en la interacción con la naturaleza. En retomar ese contacto que es por ley natural inherente al hombre, pero que nos hemos empeñado tanto en alejar, que incluso nos ha modificado genéticamente hasta perderlo casi con totalidad. Yo, en este estado actual mundial de “anormalidad”, no canso de repetirme que soy un gran afortunado. La mayor parte del planeta se muere de hambre, y la otra lucha por sobrevivir. Unos pocos podemos permitirnos reflexionar. Y sería injusto, creo yo, permanecer en un estado latente de espera. Porque la reflexión lleva al planteamiento, el planteamiento lleva a la acción, la acción lleva al cambio. Y si de algo estoy seguro en este momento, es que necesitamos un cambio.

Y como afortunado que soy os contaré mi jornada de ayer. Ocultar lo que hago cada día impediría poder llamar a estos artículos “diario”, serían más bien “ensayos”. Ayer, junto con mis dos compañeros franchutes de fatigas, que permiten que mi confinamiento sea mucho más llevadero, nos enfundamos los esquís para realizar una pequeña excursión al famoso “lac du Lou”. Ante todo, os pondré en situación antes de ver la lluvia de insultos llover sobre mi cabeza. En Val Thorens, estación internacional y turística como pocas en el mundo, el peligro de infección era elevado durante su apertura. Muchos cayeron enfermos, nadie grave gracias a la baja media de edad del pueblo (aquí somos todos jóvenes siendo un pueblo creado en los 70 única y exclusivamente para la práctica de deportes de invierno). Nuestro ritmo de vida hace que estemos en continuo contacto tanto con turistas como con nuestros colegas. Con estos dos chicos estuve todos y cada uno de los días anteriores al confinamiento ya sea esquiando, en bares, o en nuestros propios apartamentos. Si alguno de nosotros tenía el Covid-19, el resto también. En la actualidad solo nos vemos entre nosotros y ya no hay casos en el pueblo desde hace tres semanas. Estamos más aislados que confinados. La práctica del deporte en montaña está también prohibida. Por el posible riesgo de lesión que desencadene la secuencia de socorro del propio sistema sanitario, impidiendo que esos efectivos puedan estar trabajando en lugares que lo necesiten más. Nosotros consideramos que la excursión que hicimos ayer no conlleva un riesgo elevado que pueda acarrear una posible lesión. El riesgo cero no existe, y eso es algo que, en montaña, nunca hay que perder de vista. Pero asumimos las consecuencias de una posible lesión en la que se que jamás llamaré a los servicios de emergencias. Un simple ejemplo: una persona que jamás ha pisado la nieve tiene más riesgo de lesionarse andando sobre el hielo que un profesional del Freeride realizando una bajada fuera pista comprometida. Ahí lo dejo. Todo ello no quiere decir que no sea “ilegal” lo que estamos haciendo actualmente. Lo es. Y si nos pillan tendremos que pagar una multa cuantiosa. Pero es el precio que hemos decidido pagar por nuestra libertad. Ilegal no quiere decir lógico, ni racional. ¿O acaso es lógico que una persona no pueda ir al bosque a por madera para alimentar la calefacción de su hogar, pero que pueda acudir a un supermercado de gran superficie con un riesgo de contagio elevado? Paradojas de la autosuficiencia lo llaman.

En estas nos vimos ayer bajando esquiando hasta los 1.800 metros para enfundar las pieles de foca y subir un pequeño sendero, bastante plano, para llegar en cosa de 40 minutos al lago del lobo. Un precioso lago helado a los pies de un pequeño valle en las faldas de la Cime Caron y el Mont Brequin. Un pequeño refugio preside la orilla del lago, deshelado en una quinta parte. Tan apacible y agradable era el lugar, que nos quedamos 6 horas allí, disfrutando de las marmotas, algunas rapaces y truchas que comenzaban a salir de su largo invierno para llevarse algo a la boca. El Sol brilló con fuerza, y gracias a la nieve, ayudó a una quemada de cara que ha dejado la cara más tensa que la de Yola Berrocal. O Raphael. “Te está bien merecido” dirán algunos. Un lugar tan precioso y natural como aislado, donde la naturaleza puede seguir su curso alejada de los problemas humanoides.

En nuestra vuelta decidí darle otra oportunidad a la búsqueda del famoso esquí que os contaba el día anterior en «diario de un confinamiento a 2.300 metros de altura«. Recibí la llamada de uno de los compañeros que estaban ese mismo día con el susodicho, me envió una foto y me explicó el recorrido fuera pista que realizaron, con lo que pude hacer más pequeña la zona de búsqueda. Con la foto en mente y todos los relieves memorizados, sobrevolé la zona con mi querido Mavic Pro tomando puntos de referencia, a sabiendas que todo había cambiado, apareciendo rocas que antes no estaban, cambiando la inclinación de laderas y bajando el nivel de la nieve varios metros. El problema del dron es que no puede alzar la vista, por lo que es necesario elevarse en el cielo para tener un campo de visión relativamente correcto. En esas andaba cuando vi una zona cóncava que se asemejaba a la de la foto, por lo que decidí acercarme. Divise desde lo alto una línea negra en un campo blanco. Muy rara para ser una roca. Podía ser, ya que en anteriores vuelos, manchas alargadas que no parecían rocas lo eran al acercarse más. Cuando aproxime el dron para discernir que coño era aquello perdí la conexión. Así dos veces. Imposible acercarme. Tome fotos, que no pude ver correctamente debido al reflejo del Sol, y nos fuimos de allí, no tan frustrado, era el segundo vuelo, no iba a ser tan fácil! Esta misma mañana, al tratar las fotos, Eureka! ¡El ski está allí!. A casi 600 metros de la senda y a unos 150 metros de altura. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero lo conseguiré.

Días 34 y 35:

Aquí me hallo, descargándome libros online sobre agricultura ecológica y permacultura, para intentar obtener algo de provecho de la tierra menos fértil de todo el territorio francés. Las Landas, una región más grande que el País Vasco o La Rioja pero incluso con menos población de la segunda. Un puro pantanal de arena fina durante siglos que Napoleón decidió reforestar creando el bosque de pino más grande de toda Europa. Imagino que no lo reforestó con sus propias manos, pero es lo que tiene la historia, el que ordena desde lejos se lleva los honores.

Link para descarga de libros de agricultura ecológica

Momentos turbios estos que demuestran que el colapso del sistema económico actual quizás no esté tan lejos. Y cuando pase ¿Qué? ¿Qué ocurrirá? Nadie lo sabe a ciencia cierta pero la distribución de productos tanto accesorios como básicos sufrirá y mucho, viendo la globalización de productos tan básicos como frutas, verduras, fármacos o papel del culo. Tendremos que sacarnos las castañas del fuego y la autosuficiencia será, quizás (yo solo sé que no sé nada) la solución. Así pues, cuanto antes mejor, y siendo un negado como soy para todas estas cosas, que mejor que ponerse al día.

Hace unos días Trump, trumpito o carrotface para los amigos, decidió con sus santos cataplines quitar la aportación económica que realizaba EEUU a la Organización Mundial de la Salud, aludiendo a una supuesta “inclinación” de la organización y concretamente de su director general, Tedros Adhanom, hacía el régimen chino. Vivimos en un mundo tan politizado que se anteponen asuntos ínfimos a situaciones peligrosas, todo por el bien de unos pocos. Que el director de la organización, etíope-eritreo, comparta ideología y defienda China puede ser cierto, pero de ahí a retirar la mayor aportación por parte de un país a la organización más importante en tema de salud en plena pandemia mundial es algo rastrero, lamentable, deleznable. Nos da cuenta de lo poco que le importa al gobierno de EEUU las personas. La religión del dinero se impone sin que nadie actúe. Quizás por que el resto de países occidentales sean exactamente iguales solo que lo esconden un poquito.

Diario de un confinamiento a 2.300 metros (días 27-31)

Día 27 y 28:

Comienzo el día apesadumbrado. De mala gana. Son esos días que no sabes por qué pero no te sientes bien. Y no es nada físico. De primeras, me llega la noticia de que probablemente tengamos que abandonar nuestros domicilios a final de mes. Vale que quedan 17 días para eso, dos semanas y algo, pero el hecho de saber que pronto deberemos empezar a pensar donde ir y a que hacer, me estresa ya. Imagino lo habréis notado, pero yo aquí estoy pero que muy bien. Porque sí, tenemos varios sitios donde ir, pero en ninguno me sentiré tan como en casa como me siento ahora mismo aquí, en Val Thorens. Y mira que estoy acostumbrado a hacer las maletas, a veces en cuestión de horas viniendo desde la otra parte del mundo habiendo cogido 5 aviones para coger otros 3 a la mañana siguiente y llevarme a otra destinación completamente complicada (y no exagero en absoluto con el número de aviones). Pero no me apetece nada. Habrá que hacerse a ello. Como decía ayer mismo, hay gente muriéndose de hambre en este confinamiento y tu te quejas porque te irás de un domicilio en la montaña a otro en la playa…Imbécil.

Pero no sé, no es solo eso. Una sensación extraña me invade. Hoy es el segundo día nublado, quizás sea eso. Ayer mismo fue un día maravilloso en el que una nueva actividad me lleno de júbilo. Que me lo pasé teta, vaya. Ayer probé por primera vez el Pumptrack. Cosa de locos niño. La sensación es bastante adrenalínica, sabiendo que en todo momento te puedes pegar un ostión morrocotudo. Empecé suave, poco a poco, haciéndome a la inestable tabla y a los peraltes y bollos que se interponían en el circuito. La clave es volverse ligero en las subidas y pesado en las bajadas. Pumpear podríamos llamarlo en un claro spanglish. Así es como consigues no solo no perder velocidad, sino ganarla sin necesidad de hacer los giros típicos de un surfskate para ganar velocidad. Dentro vídeo.

https://vimeo.com/user34776498/review/408323167/7abc3ef5cd

Tuve la ocasión de cruzarme con un jóven del valle que le pega fuerte al freeride, pistero en el snowpark de Valthorens (uno de los más grandes que he visto), y parte de la escuela Freeride Belleville, dirigida por famosos freeriders locales bien conocidos en Francia y parte del extranjero. Es curioso ver de que forma el nacer en un sitio u otro nos condiciona tan de sobremanera. Es curioso como la felicidad tiene tantas formas diferentes. Porque en eso consiste todo, en la búsqueda de la felicidad, continua y hasta el final de nuestros días.

(10 horas después). Un mes. Nos queda un mes. Como mínimo. Lo acaba de anunciar macroncito en la televisión pública francesa. El alma a los pies. Como un jarro de agua fría. No era como si no lo esperábamos, pero alargarlo cada 15 días no está tan mal. Te anuncian ahora que vamos a seguir así 30 días más y el tortazo suena más fuerte. Y lo peor es que toda la restauración, cines, ocio, cultura, etc, no abrirá directamente el 11 de mayo. Lo que es seguro es que abriran progresivamente guarderías, colegios e institutos, no universidad. Con el objetivo de que los padres puedan acudir a sus puestos de trabajo. ¿Pero y el turismo? Quizás nos vamos a Julio, con lo que la temporada de verano…peligra y bastante. Cambio de planes pues. Nuestro futuro cercano es incierto pues. Pues pues.

Nos enfrentamos a un abismo del que no vemos el fondo. Las consecuencias sanitarias pasarán poco a poco a económicas, del que se prevee que será peor que la crisis de 2008. Complicado saber lo que pasará, habrá que preguntarle al capitán a posteriori a ver si nos puede iluminar la superficie un poco. Y para colmo hemos oído como que nuestros empleadores, que a su vez nos proporcionan este magnífico alojamiento en el que aposentamos nuestros pompis, quieren que nos marchemos para finales de mes, en cosa de dos semanas. La pregunta es ¿Y adonde vamos? Sin posibilidad certera de entrar en España, sin internet ni calefacción en Saint Ulphace, el pueblo de 100 habitantes donde los padres de Celine han alquilado una casa para estar cerca de su hermana, la única posibilidad factible es ir a Las Landas, concretamente a Messanges,donde pensábamos pasar el verano trabajando. Digo pensábamos porque encontrar un trabajo se va antojar algo difícil.

Días 29 y 30:

Nuestras sospechas se confirman. No pasaremos toda la cuarentena (que ya no es una cuarentena, sino más bien será una “sesentena”), a 2.300 metros. Bajaremos a nivel del mar. Nos vamos a ver el océano. Y no precisamente porque queramos, porque queramos cambiar de aires y sentir la humedad del mar, para que se le ricen los bucles a mademoiselle, sino porque a finales de mes deberemos abandonar nuestro domicilio. En principio y por contrato cuando se rescinde o termina tu contrato de temporada, estás obligado a abandonar el domicilio que el empleador te había facilitado en un plazo de 7 días. Por ley. Existe otra ley en Francia que se llama “trêve hivernale” que impide al empleador desalojar al empleado por las buenas de un domicilio en periodo hibernal. Una medida social para evitar que la gente se quede en la calle cuando hace frío. Pero tampoco son ganas de acabar mal con el empleador.

Francia y sus derechos sociales está prácticamente en la cúspide en cuando a ayudas se refiere. Se agradece y felicita. Y convencido estoy que la diferencia con España, no es una diferencia geográfica, de sus políticos o de la coyuntura histórica, que también, pero la principal diferencia radica en el carácter de sus gentes. Los franceses son criticones por naturaleza. Eso hablando mal. Elogiándolos diré más bien que es quizás es pueblo más reaccionario de Europa. Por cosas que se quedarían en habladurías de bar en España, aquí en Francia se monta una huelga. No tengo memoria de cuando fue la última huelga general en España, probablemente en periodos de la gran crisis económica de 2008. Y no se recuerda que la afluencia fuera masiva. Aquí cada mes hay algún gremio en huelga. Y no lo acaparan los controladores aéreos, como en nuestro maldito país. La última, todos sabréis, son los famosos chalecos amarillos. Tanta protesta hace que el gobierno se vea obligado a ceder a muchas condiciones si quieren que el país siga funcionando. Y así va. Tan solo un ejemplo, en Francia basta con trabajar 3 meses para obtener, ojo al dato, 3 meses de paro. Trabajé 2 años cotizados en Francia en la empresa hotelera Club Med, y obtuve nada más y nada menos que 2 años de paro. El máximo legal. Ni que decir tiene que me quedan días de paro guardados en el cajón de los planes B.

Bueno, que estoy hablador hoy, escritor más bien, y me desvío del tema. El caso es que nos piden, no nos exigen, atención que la cosa cambia, que abandonemos Val Thorens, o al menos sus domicilios, para principios de mayo. Y eso haremos, nos vamos a las Landas señores, nos acercamos al hogar. Pensándolo fríamente, nos viene de perlas. Quiero decir, ya hemos estamos el tiempo suficiente en Valthorens, mes y medio concretamente, sin hacer gran cosa aparte de disfrutar de la vida. La casa de mis padres necesita una buena metida de mano en el jardín, y probablemente en la casa, ya que no ha sido habitada-visitada desde septiembre. Y aparte de ayudar, nuestra intención es la de encontrar un trabajo en Las Landas este verano, aún viendo como se van a complicar las cosas. Llegar una semana antes del “inicio” de desconfinamiento que Francia pondrá en marcha de forma paulatina y escalonada, nos puede venir de lujo para ser los primeros en estar presentes a la hora de encontrar un trabajo de temporada. Si la temporada existe.

Y es que, hablando con el presidente de la empresa para la que he trabajado este invierno, en la cual sus pérdidas en cuanto a ingresos totales son de entre un 25-27% sobre su “ciffre d’affaires”, el golpe se va a alargar. Nada será igual. Ni la temporada invernal próxima se va a librar. Me hablaba de una reapertura de frontenas, o más bien de viajes internacionales, a partir del mes de septiembre. Nos acercamos a una recesión que ni en tiempos de guerra. Mundial.

Día 31:

Tempus fugit señores. Se nos va, se nos va. Quién lo iba a decir, a principios de año, por ejemplo, cuando veíamos otra pandemia igual a la de las vacas locas, los cerdos agridulces, los pollos hermanos, el SARS o el Zica. Otra patraña inventada por las farmacéuticas para enriquecerse aún más. Cuando aplaudíamos a Lorenzo Milá en Italia diciendo que no había muertes por coronavirus sino muertes con coronavirus. Se nos fue de las manos a todos. Salvo al capitán a posteriori, que lo sabía todo pero no quiso decir nada. Y ahora nos presentamos a mediados de abril, con media cuarentena ya en el bolsillo, y sin saber a ciencia cierta que pasará después. Pero una cosa está clara, el tiempo pasa volando. Así que atrápalo y no lo dejes escapar.

Yo tengo un objetivo claro. Algo que se me olvidó por completo y que hace dos noches, sin más, volvió a mi cabeza, como una lucecita que se enciende en algún recoveco de una buhardilla olvidada. Resulta que un compañero del hotel en el que trabajaba, el MMV Les Arolles, un inglés un tanto tímido que venía a menudo a alquilar skis a la tienda, partió de forma precipitada cuando las cosas se empezaron a poner feas. Yo venía de disfrutar de la última noche de libertad en los bares. El día que anunciaron el cierre de bares y restaurantes en Francia. Lo anuncio macroncito (me dan ganas de modificarlo a macarroncito) a eso de las 8 de la noche, a las 11 anunciaban el cierre de la estación y a las 12 en punto la policía patrullaba la estación ordenando el cierre inminente bajo pena de multa. Lógicamente todo el mundo salió a la calle. A poder llevarse algo al gaznate antes de la ley seca. En estas me encontraba yo, volviendo a casa a eso de las 2 de la madrugada, sin saber que 3 días después se anunciaría un confinamiento a nivel nacional, cuando me crucé con este tipo bien ataviado con todos sus bártulos. Le pregunté que donde iba de esa guisa. Vuelvo a mi país antes de que cierren las fronteras. En ese momento me pareció un tanto exagerado y, por suerte, no fue así de forma tan precipitada, pero oye, mejor prevenir que curar. Él se curó de espanto. Ah, recuerdas aquel ski que perdí? ¡Encuentralo y es todo tuyo! Y desapareció al final de la pasarela que conecta la parte baja de la estación con el centro.

El primer día que salió con sus flamantes nuevos esquís, unos Black Crows all mountain, perdió un esquí. Es lo que tiene salir al fuera de pista sin conocimiento. No apretaría el din como es debido, se metería por alguna zona complicada o no apta para su nivel. En fin. 300€ a la basura. El ski quedó enterrado en la nieve virgen cerca de Plan de l’eau. Dice que buscó durante 3 horas sin final feliz. Yo digo que o buscó mal o no buscó. La cosa es que el esquí sigue allí, si nadie lo ha cogido ya, cosa que dudo. El acceso a esa zona sin telesillas es difícil y poco recomendable actualmente, después de un mes sin precipitación y con calor. Pero yo cuento con una baza, un as en la manga, llamado Mavic Pro. Un dron que me va a servir para peinar la zona. Ni que decir tiene su hermanito gemeo está guardado a buen recaudo esperando que encontremos su alma gemela. Me quedan dos semanas

Diario de un confinamiento a 2.300 metros (días 22-26)

Días 22, 23 y 24:

Semana Santa. Concretamente viernes santo, para la tradición cristiana. El confinamiento, en su tercera semana, toma un aire más holgado. Una especie de relajación. Pese a que los casos no para de aumentar en los principales países afectado, y que las muertes registran un ligero descenso, la gente piensa que esto se está acabando. Hace dos días en Francia se registraron 1.200 muertes en un solo día, récord mundial que supera a sus competidores, España, Italia, EEUU y Alemania. Lo de las estadísticas chinas vamos a dejarlo, cuenten que allí han muerto al menos 60.000 personas.

En Madrid, colas y atascos en sus principales arterias de salida, para acudir a sus segundas residencias y disfrutar del buen tiempo primaveral que nos acompaña. El espíritu colectivo que se dejaba ver todos los días aplaudiendo a las 8pm desde los balcones, pues…deja mucho que desear con estas acciones. Yo comprendo que se aburran hacinados en sus apartamentos de 50 metros cuadrados con vistas a la ropa tendida del vecino, pero eso igual había que pensarlo antes, unos añitos antes concretamente, cuando estaban forjando sus vidas. O cuando anuncian el confinamiento te las piras. Antes. Pero no durante. No amigo. Pensamiento colectivo para situaciones colectivas.

En París se han visto obligados a prohibir el poder salir por realización de actividad física cerca del domicilio. Ahora puedes salir a partir de las 19h. En las noticias salían imágenes de las principales ciudades de Francia, llenas. Hasta arriba de gente corriendo. Algunos no sabían ni correr. Y lo anunciaban como algo normal. Como si no pasara nada.

Por mi parte, por esta pequeña parte nevada del mundo, todo sigue blanco. Las temperaturas aumentan pero el aire sigue siendo frío. Al Sol te quemas, a la sombra te congelas. Lógicamente el nivel de la nieve ha bajado de varios metros incluso me atrevería a decir. Pero es que la cantidad es abrumadora. Mucho me temo que poco podremos esquiar al final del confinamiento. Es hora de pensar en el verano. Cambiar el chip y pensar en olas. En traje de neopreno. Se rumorea que turistas de ciudades cercanas han llegado a sus segundas residencias para pasar el fin del confinamiento por estos lares. Yo si veo gente nueva en el pueblo le tiro piedras. A lo cromañón. No se yo si es el mejor sitio para venir. Valthorens, con tantas llegadas de visitantes de todas partes del mundo, que actuó con retraso (como el país entero) puede ser un foco de corona bastante tocho. Yo sigo convencido que, o lo he pasado o soy asintomático y está en mí. Celine igual. Muchos de los trabajadores del hotel de 5 estrellas Pashmina se vieron infectados, conozco a una decena por lo menos. En ese hotel trabajaba Céline. Y uno de mis mejores amigos aquí es el recepcionista de noche. El mismo con el que hago esquí de travesía desde el principio del confinamiento. Y él mismo tuvo los síntomas entre los jóvenes: falta de gusto y de olfato durante una semana entera. Y yo, nada. Palmadita en la espalda.

Mis días se basan en series (casa de papel), ps4 (days gone que me lo acabo de ventilar), leer noticias e internet. Dron y GoPro. Un poco de skate y de deporte. Cocinar. Lo típico. Todavía sueño con el entrecot que nos hicimos a la barbacoa antes de ayer. Os juro que el volverme vegetariano es una idea que ronda la cabeza desde hace meses. Pero complicado no, lo siguiente. Al menos he conseguido disminuir el consumo de alimentos de origen animal, eso llevamos ya años así. Pero cortarlo de raíz…Sobrasada, jamón serrano, lomo, es harto complicado. Reflexiones más profundas de otra índole irán en artículos posteriores.

Viajar. Empiezo a echarlo en falta. Estoy en un lugar maravilloso que adoro y que no me canso de observar. Un lugar especial. Único. Pese a ello, echo en falta viajar. Descubrir lugares nuevos, culturas, idiomas, cocinas diferentes, cultos, tradiciones. Moverme. Coger un avión, estar en un aeropuerto (lo amo con locura, no me pregunten por qué), cambiar de transporte público, beber cervezas diferentes. Descubrir. Quizás sea ese afán por la novedad que me hace que ame tanto viajar. Pueden visitar si quieren mi post ¿Por qué viajamos? De cuando escribía bien. Astuto.

En mi cuenta unos 40 países (contando aquellos aeropuertos que he realizado escala, sino estamos en torno a los 35 países). Y siempre es poco. Siempre te encuentras a personas que postean en sus facebook la cantidad de países que han visitado. Y te superan. La historia de mi vida y de tantas otras. Pocos son capaces de realizar algo más y mejor que el resto de la humanidad. Y no es mi objetivo. La polivalencia más ante la especialización. O al menos bajo mi punto de vista.

Días 25 y 26:

Y subiendo. Por deciros, hoy es 12 de abril de 2020, exactamente a las 9 y 52 minutos de la mañana. Con lo que estamos oficialmente en el día 27 de confinamiento. Domingo de resurrección. Nos acercamos al mes, y un periódico inglés dice que esto va a durar por lo menos un año. Nos vemos en 2021 chicos. Los memes hablando de 2020 me hacen mucha gracia. El mejor es el de la imagen del cumpleaños del film coreano “Parásitos” como mejor imagen de la celebración de la entrada del 2020 en escena. En China hay compañías telefónicas que han perdido a cerca de un millón de clientes, según sus estimaciones. Calculando que salió en la prensa de la oposición al régimen capitalista-comunista chino…estaremos rondando una cifra entre 60.000 (según estimaciones de peticiones de urnas en el día de los muertos chino) y un millón. Así, a ojo. En Francia se calcula que casi 2 millones de parisinos se han desplazado durante el confinamiento a sus segundas residencias, esparciendo el virus. En EEUU andan construyendo fosas comunes a los fallecidos no reclamados, concretamente en la isla neoyorquina de Hart. Y hasta aquí el mini informativo de hoy. Bueno, no, ¡Qué coño!

En la clase de cocina de hoy analizaremos las recetas culinarias de mis compis de piso, la gabacha alias “celine”, y la Justi. No es que yo no cocine, que lo hago con pasión y amor y me encanta, pero cuando se ponen les salen cosas de lo más gustosas. Entre antesdeayer y ayer pude deleitarme con una lasagna 100% artesanal (salvo la pasta, vete tu a hacer láminas de pasta para la lasagna, y ahora me saldrá el listo en mi pueblo con el delaminador diciendo que es más fácil que robarle un caramelo a un niño) de verduras y queso de cabra. Una puta delicia. Pasta bolognesa receta mágica del vecino “el pelos”, que tiene la salsa dos días a fuego lento. Y hamburguesas de krispys de pollo con aguacate y salsa de curry. Aiba que ricooooo! Hoy toca el famoso “carrot cake”, o pastel de zanahoria, pero en este caso muy cierto es que decirlo en inglés le da glamour. O más bien dicho, en castellano no dan ni ganas de echarle un ojo. Pastel de zanahoria, ¿Qué es? ¿Para ponerte moreno?

En la previsión del tiempo, deciros que el Sol sigue brillando con fuerza en los Alpes franceses, con dos días de calor extremo (hemos llegado hasta los 8 grados de máxima) que han dado especial importancia a “la terraza”. Que menos mal que está ahí. Terraza de casi 20 metros cuadrados, perfectamente enfocada hacia el Sur, lo que le da un ratio de solera de 12 hasta el anochecer, a eso de las 19:45. Ni que decir tiene que vamos a llegar al verano (si llegamos) negros como el tizón. Ya hay gente con quemaduras de segundo grado. Y es que oiga, yo avisé, el Sol a estas alturas (de altitud) pega con especial hincapié. Pero no todo es jauja en la vida del confinado, a partir de mañana lunes, día que nuestro señor presidente gabacho (macroncito para los amigos) va a hablar, va a hacer malo. Así, sin más información. Malo. Gris. Fresquet.

En la sección de deportes, hoy hablaremos de surfskate y de esquí de travesía. El primero, resulta que tengo un Swelltech o surfskate, un skate con ejes especiales que le da una maniobrabilidad y giro fuera de norma. Yo, siendo amante nato de todos los deportes, el skate nunca me había entrado por el ojo. Me parece peligroso. Incongruencias de un riojano sí, ya que me he tirado en paracaídas desde 5.000 metros de altura, bajado por palas que más bien parecían barrancos o buceado con tiburones, pero el skate como que me da cosilla. No se, el suelo está muy cerca y raspa mucho. Pero informándome, descubrí esta modalidad de skate, llamada surfskate (de la que hay marcas muy conocinas como Carver, Miller, o Yow en España) y concretamente esta marca americana llamada Swelltech. Decían que el movimiento era lo más parecido a estar encima de una ola. Y oye que sí que es cierto. Viene de perlas para practicar antes de la llegada del fin del confinamiento, donde me lanzaré cual mono a unas gafas de sol bien brillantes a la playa más cercana.

Pues bien, en Les Menuires, aquí al lado, más abajo en el valle, a 1.800 metros de altura (ahí abajo), la fundición de las nieves, o el deshielo (que la otra frase parece que nos vamos a Llodio directos), ha dejado a la luz del Sol un magnífico y novedoso “Pumptrack” o circuito de skate lleno de bollos y medias bañeras. Ideal para pegarse ostias como panes. Fui allí y en el primer día decidí quedarme en el terreno de tenis de al lado, dando giritos en zona segura. Vamos, que no me atreví. Vídeo psicodélico del skate en 3,2,1…

Antesdeanoche subí a Col. En focas, con esquís pero con piel de foca. Te permite subir, pero no deslizas al bajar. Esquís de travesía. Los míos no son concretamente de travesía, son híbridos, llamados Freerando. Te permiten bajadas más comprometidas en seguridad, con más agarre y estabilidad, pero pierdes en ligereza. Y eso al subir se nota un huevo. Por deciros, las fijaciones no son de travesía, sino fijaciones alpinas que se desmontan en la talonera, por lo que vas con las pesadas botas alpinas más las pesadas fijaciones alpinas, “debriables” en gabacho. Por lo que os puedo decir que sudé de lo lindo en las dos horas de subida hasta los casi 3.200 metros de altura. Largo y con falta de oxígeno. El corazón no baja de las 170ppm en las dos horas. Como dicen en la tele, Sagerao. Eso sí, las vistas desde arriba… ni un alma a kilómetros a la redonda. Pude observar mientras me cubría a marchas forzadas para evitar la congelación llegada la noche, uno de los mejores anocheceres en mucho tiempo. La foto es la de la portada, para que os hagáis una idea, aunque nunca será tan bonito como vivirlo con tus propios ojos. Y es lo de siempre. Hasta ahí arriba, en tiempos de libertad y con la estación abierta se llega en telesilla tranquilamente. Pues bien, nunca saborearás las vistas con tanta devoción como cuando te lo subes a pata. Eso, como la tortilla en el campo, nunca es igual.

Y para acabar, en la sección de opinión del noticiario de un confinamiento, una reflexión respecto a un vídeo que vi ayer. Respecto a la cuarentena decretada en países de Asia, África o Sudamerica. Esta es una enfermedad de los países desarrollados. De los países del hemisferio norte prácticamente. En otros países subdesarrollados la gente tiene otros problemas mucho más importantes con los que lidiar. Como el acceso a comida y agua, por ejemplo. En Kenya se desplazan los mercados de forma clandestina para poder seguir vendiendo alimentos de primera necesidad, pese a que la policía use gases lacrimógenos para hacer respetar la cuarentena. En Perú hay gente sin acceso al agua corriente. En India desinfectan a personas rociándolas en masa en grandes plazas. Se van por millones de las ciudades para volver al campo, aferrándose a la carrocería de cualquier bus que ven pasar. En Bolivia se manifiestan en numerosos grupos pidiendo ayuda humanitaria. En Brasil las mafias han tomado el control de barriadas enteras para salvar a sus familias de la inoperancia del gobierno. Imposible contar víctimas por Covid si ni tan siquiera pueden permitirse acudir a centros hospitalarios. Sin trabajo, sin dinero que llevar a casa, no pueden permitirse comprar productos de primera necesidad. Pese a todo, se les exige que lleven mascarilla. La cuarentena va a matar a más gente que el propio virus. Y estas, damas y caballeros, son las consecuencias atroces del mundo desigual en el que vivimos. A mí este vídeo me chocó de sobremanera anoche, ya que me considero bastante informado sobre todo en estos tiempos. Pero me equivoqué. El baile de cifras de contagiados y de fallecidos no puede ser más irreal, incluso en los países que se consideran del primer mundo. Las noticias internacionales no son tal, sino un resumen de noticias del mundo occidental en el que vivimos. Una ínfima población comparado con el otro 60% mundial, que vive en la pobreza. Y nosotros, de mientras, preocupados por la siguiente serie de Netflix que vamos a ver, o como vamos a ocupar nuestro tiempo, viendo de mientras miles de memes ironizando nuestro “sufrimiento” durante la cuarentena. O llorando por no poder sacar cuatro estatuillas cristianas, que dan más miedo que otra cosa, a la calle. Menuda estampita.

Diario de un confinamiento a 2.300 metros (Días 19-21)

Día 19:

Pinky hour en Valthorens. Eso que de toda la vida ha sido “joder Patxi mira que bonito está el cielo” ahora los modernos lo llaman la Golden Hour, hora dorada para los de la LOGSE. Pues hoy aquí en Valtho (o valtox, como dicen algunos) ha sido la hora rosa. Los anocheceres son especialmente bonitos a estas alturas (de altitud y de confinamiento), y los hay de muchos tipos. El Sol se deja caer por La masse, una preciosa montaña enfrente de Les Menuires, de 2.900 metros de altura. Si por esos lares de dejan caer algunas nubes ya pasada la puesta de sol, se alumbran como si de fuego se tratara. Si el cielo está despejado completamente, tendremos que dirigir la mirada hacia el lado opuesto, hacia el coloso del valle, Les auigilles de Peclet, de 3.500 metros. Allí, en su famosa cara oeste, en el que sobrevive un viejo glaciar a duras penas, se refleja el sol de poniente media hora después de su caída. La montaña entera se vuelve dorada pasando a rosa en cuestión de minutos. Un auténtico placer para la vista. Maravillouso, que dirían los colegues de Madrid.

Otro día más de cuarentena, otro día más que asistimos al esperpento de los gobiernos occidentales, cada uno luchando por su cuenta, robándose cargamentos de material sanitario entre ellos, entre propios miembros de la OTAN o incluso de la Unión Europea. Lamentable. Ayer Turquía requisó un cargamento de respiradores comprado por Navarra, Castilla La Mancha y Valencia. Francia bloqueando partidas para Italia y España y arrepintiéndose después. Alemania haciendo lo propio con Francia. Un puro N’importe quoi, que dirían los gabachos. Cuba ofreciendo personal sanitario sin nada a cambio. Bulo o no, refleja un poco la situación actual del mundo en el que vivimos. No aprendemos ni con agua hirviendo.

Hoy, como dato curioso, he descubierto una app bastante interesante. Bueno dos, pero la que viene al caso concretamente se llama FlightRadar24. Ofrece a tiempo real, en vivo y en directo, el tráfico aéreo internacional. La situación de cada avión civil con una exactitud pasmosa. Es posible ver el tipo de avión, el vuelo con la trayectoria, destino y procedencia. Todo. Impresionante. Y lo curioso es que cuando he entrado en la app, por pura curiosidad de ver como el cielo se encontraba vacío y descansando de tanta contaminación, pues me he encontrado con todo lo contrario. Con aviones por todas partes. Todo esto sabiendo que el tráfico aéreo se ha reducido casi en un 70%. No me quiero imaginar en un día normal… La otra aplicación se llama ISS Live Now y ofrece la imagen en tiempo real desde la estación espacial internacional. Puta tecnología tete.

Por lo demás el día ha sido tranquilo, reposando cabeza y mente tras castigar un poco el hígado ayer por la tarde noche. Raclette con todas sus letras y ingentes cantidades de vino tinto. Se nos hizo pronto hoy por la mañana. No diré más. Barrabás.

Días 20 y 21:

Disculpen mi ausencia. No me dio tiempo. Algunos dirán ¿Pero éste gilipichi? ¿Estamos encerrados en casa y dice que no tiene tiempo? Pues aunque sea duro de creer, es cierto. Cada uno lo usa como quiere o buenamente puede, el tiempo digo eh. Y a mi me da que la cuarentena no me va a dejar hacer todas las cosas que quiero. Ya avisé que quería seguir avanzando en la camperización de nuestra querida Gertru. Ni un ojo he echado.

El tiempo avanza y las noticias corren. En España se cree que hemos alcanzado el pico. Dos días consecutivos con menos muertes de la “habituales”. La oposición usando los muertos para atacar al gobierno. ¿Qué esperabais de la derecha de todas formas? Mientras la oposición defiende a ultranza al gobierno ante esta dura crisis. En España VOX hace montajes con la Gran Vía de Madrid llena de tumbas. Maldito país.

Boris Johnson, primer ministro de Gran Bretaña, se encuentra en la UCI en estos momentos. Sí, aquel negacionista que afirmaba que el gobierno no podía hacer nada contra esta pandemia y que era mejor no tomar medidas para no joder la economía, y que se prepararan para ver familiares muertos. Pues igual el que se va al hoyo es él. Karma, que buen trabajo haces.

En Valtho, algunas cosas han cambiado también. Desde ayer un nutrido grupo de “saisonniers” con Zelda a la cabeza (una loca que pasa su vida en facebook) se han organizado para realizar tareas de limpieza de la estación en su zona urbana. Con el fundido de las nieves (llevamos como dos semanas de Sol día sí día también y pese al frío, toneladas de nieve han pasado a forma líquida ya) se dejan ver todo tipo de desechos, los principales en forma de colillas. Puto fumadores. La gente no tiene ningún tipo de conciencia ecológica ni social. En fin. La cuestión es que el mismo ayuntamiento ha permitido este tipo de actividad, guardando siempre las consignas de seguridad. Seguramente les venga muy bien para ahorrarse unas cuantas horas de trabajos por parte de la brigada de limpieza que tengan que contratar. De primeras tengo que decir que me parece una idea cojonuda y que de hecho ayer participé con algunos amigos. Pero que se permita salir en grupos para limpiar la mierda, con el riesgo de contagio que conlleva, y que no se permita simplemente andar de forma individual por las pistas y senderos alrededor del pueblo me parece de un absurdo súbito. Máximo. Pero aún así repito que me parece una idea estupenda y estoy contento que la permitan.

Sigo en mi batalla personal, y seré cansino. Ayer bajamos al valle, a Moutiers, centro neurálgico del valle de La Tarentaise, junto con Bourg Saint Maurice, para acudir a un supermercado de verdad. Biocoop se llama. Productos de calidad, con una producción más equitable, local y una utilización “menor” de plásticos de un solo uso. Que no digo que sea la panacea, pero algo ayuda. A cuerpo y mente. Al bajar, de un desnivel de 1.800 metros nada más y nada menos, nos dimos cuenta que la primavera ya había llegado. A partir de Les Menuires, la nieve dejó paso a los pastos, que ya habían florecido dando a todo ese blanco pasado unas tonalidades verdáceas que daban gusto a los ojos, acostumbrados al blanco nuclear de Valthorens. En Moutiers incluso había árboles en flor. 16ºC allí, 6ºC arriba. Abrigo, gorro y bufanda arriba, pantalón corto abajo. Todo esto os parecerá extraño, pero es una forma de que veáis a qué punto estamos aislados aquí. Aislados más que confinados. Vídeos de parques repletos en París. En Moutiers pude observar como el confinamiento en Francia está lejos de ser ejemplar.  ¡En ésta pequeña ciudad había gente a patadas! El Biocoop con cola para entrar, ya que sus intrépidas dependientas controlaban el aforo a fin de evitar aglomeraciones en el interior. El Carrefour no te puedes ni imaginar. ¿Compras de primera necesidad? Mi cojones. La señora de atrás en la caja pagó por valor de…¡96 céntimos! Pero eso sí, ni un solo policía a la vista. En todo el valle no cruzamos ni una sola patrulla. ¿Y donde nos los encontramos? Bajando de Valthorens, claro que sí. Acoso y derribo. Incomprensible. Quizás ahora muchos comprendan mi enfado ante medidas tales como helicópteros o drones rondando nuestras cabezas.

Sólo por éstas cosas se que jamás (nunca digas nunca amigo) viviré en un gran núcleo urbano. Querer ayudar a la humanidad, pero ¿La humanidad quiere que la ayuden? Son ideas que pasan por la cabeza sin ton ni son. El contacto con el mundo, con la naturaleza, se perdió hace tiempo en la sociedad occidental, y en muchas otras, ¿Servirá el Covid-19 para darnos cuenta que nos alejamos de lo que de verdad importa? Seamos optimistas, en algo servirá.

En otros temas más nacionales, es curioso ver la diferencia de medidas entre España y Francia, por ejemplo. En España se plantea como una las medidas para liberar de forma paulatina a sus ciudadanos del confinamiento total en el que se encuentran , el permitir salir realizar ejercicio a la calle de forma individual o el poder sacar a los niños a dar un paseo. En Francia eso ni siquiera se ha prohibido. La gente sigue acudiendo a sus puestos de trabajo. Y los casos no distan tanto entre un país y otro (España con 13.798 fallecidos y Francia con 8.911, a 7 de abril de 2020 a las 11:50 de la mañana). Cada país pone las reglas. Quizás ese confinamiento tan agresivo en España es debido a la mayor facilidad de saturación del sistema sanitario, con la tasa de personal sanitario por cada 100.000 habitantes a la mitad que en Francia. Habrá que ver pues si esas medidas instauradas por el gobierno actual no son por culpa del gobierno que recortó miles de millones de euros en sanidad, pese a que lo nieguen. La política como arma para la manipulación de la sociedad.

Para acabar una simple reflexión. Ayer leí un texto en Facebook que se está compartiendo, en el que hablan de la manía de la gente a impulsar hacia la creatividad, a hacer cosas, ocupar nuestro tiempo en cosas de provecho. Alegaba que ya bastante tienen muchas familias con la presión económica, la pérdida del trabajo, el no saber cómo van a pagar las facturas, como para encima meterles más presión diciendo que hagan cosas. No puede ser más absurdo. Yo precisamente, que fomento el ocupar el tiempo en sacar de nosotros nuestros talentos. Es una oda a la vagueza. Has estado toda tu vida sentado en el sofá viendo Netflix o rascándote la barriga cuando vuelves del trabajo, ¿Cómo vas a cambiar ahora? Sigue así, claro que sí. Llenando tus neuronas de televisión. ¿Cómo se me pudo ocurrir intentar motivar a moverte, a crear? Como dijo ya la famosa Greta ¿Cómo osáis? Y si dichas personas se encuentran en depresión o en momento difíciles, no hagan nada, sigan llorando, porque no hay solución posible. Negativismo al poder. Cambio y corto.

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Diario de un confinamiento a 2.300 metros (días 17 y 18)

Sí, lo sé. Esto no tiene ningún orden ni sentido. El tío escribe cuando le da la gana vaya vago. Sin ningún rigor. Pues sí, ¿Qué pasa? Es lo que tienen los diarios, escribo cuando me sale del pito. Groserías aparte, viene dado más por mi vida despistada y trajinada que por un deseo de hacer las cosas como me dé por ahí. De hecho, el día 17 estaba escrito en su correspondiente, el 2 de abril de 2020, ayer, pero mi super ordenador ACER (que recomiendo a todos mis enemigos comprarlo) decidió que no era momento para guardar. Igual escribí mierda pura y no le gustó y lo borró. O quizás el destino diga que hoy estoy más inspirado y puede escribir cosas verdaderamente reveladoras.

En fin, intentaré recordar lo que acaeció hace dos días, porque para colmo escribo con retroceso, cual mindundi de las letras. Como os contaba, una patrulla de la gendarmería de alta montaña vigila desde los aires Valthorens y todo su valle, Belleville, el valle más bonito de todos los alpes franceses (como ven, uno se va apegando a la tierra, son ya 3 inviernos aquí). Pero si mis cálculos no fallan, no volverán hasta dentro de tres días, lo que viene siendo hoy mismo. Luego os cuento. Estimamos que utilizan un helicóptero para todo el dominio esquiable de los 3 valles, que junto con Meribel y Courchevel hacen el mayor dominio esquiable del mundo mundial (que no me canso de repetir oiga). Por lo que patrullan un valle por día. Eso pensaba yo, pero vete tu a saber que pasa por la cabeza de un policía. Además, y en una actualización de última hora, he sabido por fuente fiables (una colega confinada allá vaya) que no suelen patrullar el valle de Courchevel, por lo menos en su zona habitable, mucho más boscosa que aquí (bueno, boscosa, punto, porque aquí no hay ni un mísero árbol), lo que hace más costosa y difícil la vigilancia desde el aire. Por ello, allí tiran más de motos de nieve.

Por confirmaros también que, el helicóptero que vimos aterrizando el otro día en dos puntos cercanos al pueblo, multó sin inmutarse, sin advertencia ni nada por el estilo a sendos viandantes que se encontraban estirando las piernas y respirando aire fresco, seguramente muy lejos del virus. ¿Y como lo hacen? Pues ajam, llega el helicóptero, que llamaremos joputa, llega el joputa, deja a un gendarme en tierra, se va a dar un par de vueltas a gastar litros y litros de combustible a la espera de que su querido compañero “verbalice”, así es como llaman los gabachos a multar, mucho más coqueto y maravilloso, los 135 euracos y vuelve para recogerlo y se va en busca de la siguiente víctima. Creo que nunca se han sentido más orgullosos de su trabajo.

Pero esto no acaba aquí señores. Noticias de última hora indican que ha habido gente advertida desde…un DRON! Sí, como lo oyen. No tenemos acceso a prodcutos sanitarios básicos como mascarillas o respiradores, pero nos podemos permitir desencadenar tecnología puntera y seguramente muy costosa para evitar que 4 gatos se puedan pasear tranquilamente por los alrededores de su domicilio. Porque, y me reitero, el decreto ley francés de estado de alarma permite salir de su domicilio principal para la realización de actividad física en un radio de 1 kilómetro y por no más de una hora. Si contamos que a menos de 10 metros de la salida de mi apartamento, y del de absolutamente todos los edificios de Valthorens, hay nieve, pues no es nada descabellado encontrarse en medio de una pista de nieve dando un garbeo sin cruzarse con grandes aglomeraciones. Me hago la pregunta ¿Es realmente necesario poner en marcha toda una operación policial con helicópteros, motos de nieve, drones…que puede costar miles de euros y la consecuente polución de zonas de por sí poco contaminadas (que favorece a la eliminación de casos respiratorios graves) para evitar, no la propagación del virus, ya que en ValThorens ni existe población en riesgo ni casos confirmados; que menos de 1000 personas salgan a la montaña y a su vez minimizar el porcentaje de posibles lesiones en montaña que puedan acarrear una ligera saturación de los hospitales cercanos? Cada uno es libre de pensar lo que quiera, y yo lo tengo claro: ¡NO!

Volviendo al tema, un DRON! Resulta que el dron te capta, te viene a ver, atención, te habla, te dice que es la policía, que te han hecho fotos y que vuelvas inmediatamente a tu casa si no quieres regalito por valor de 135€. Alucinante no, lo siguiente. Un amigo ayer, que dio la vuelta a su residencia, en la parte alta del pueblo y que, por consiguiente, no le queda otra que andar por una pista de nieve plana como el salar de Ayuni, oyó un dron, que no se acercó a él. Pero sabían por dónde iba y al llegar a asfalto allí le estaban esperando. Multote que le cayó. Me escribió para explicarme la situación, “son de Cow Boys, no se les puede decir nada, encima se ríen de ti”. Mucha policía, poca diversión.

Cambiando de tema, pero no por ello más alegre. Ayer supe del primer fallecimiento de una persona allegada a causa de este extraño virus. La abuela de una muy buena amiga. No ha podido superarlo. Te golpea y no te das cuenta. Y la situación se vuelve aún más difícil si cabe. Ella, que ha presentado síntomas, no puede salir de casa y tampoco quiere, con riesgo de poder infectar a sus propios padres. En España se ha establecido un máximo de 3 personas cercanas al difunto en el funeral. Pero, ¿Quién quiere enterrar a sus familiares solo? Ni siquiera pudieron decirle adiós, ya que la situación en las residencias de personas mayores en España es más que dramática. Francia, que contaba las víctimas por Covid-19 únicamente si habían fallecido en hospitales, declaró ayer más de 850 muertes en residencias. Y muchas más que habrá.

Y esta misma amiga me envió un vídeo que me dejó de piedra. Es un reportaje de los informativos de la cadena italiana RAI 1 en 2015, donde se habla de la creación de un supervirus, así lo describen, por parte de científicos chinos, en el que insertan proteínas de una especie de murciélago en el ya conocido virus del SARS (insuficiencia respiratoria) provocando pulmonías en ratones. Creación con motivo de estudio, pero hace 5 años ya preocupaba la posibilidad de que dicho virus escapara del laboratorio y llegara a afectar a humanos. Hace 5 años repito. Ya se habla de un tipo de coronavirus. ¿Como se te queda el cuerpo?

¿Y si no sólo el virus se hubiera escapado, por sí solo, de un laboratorio, sino que hubiera sido liberado aposta por alguna razón? ¿Y si China busca con esto para la maquinaria de producción mundial con razones claramente económicas? Si vemos cómo está actuando a día de hoy como principal productor y vendedor de todos los productos sanitarios que se están repartiendo por el mundo a altos costes, mucho más elevados que antes del inicio de la crisis. ¿Cómo es posible que los casos de contagios superen ya con creces a los de China en países como Italia, España o EEUU? ¿Cómo es posible que no hubiera colapso sanitario en ciudades de más de 10 millones de habitantes en China o en sus principales ciudades como Shanghai (339 casos registrados desde el inicio de la crisis) o Pekín? Son solo preguntas, que desgraciadamente costará mucho responder, debido a la poca transparencia del gobierno chino, que de democrático tiene poco.

Nos encontramos en tiempos bizarros, donde el enemigo viste de virus pero posee siempre la misma cara. Y se llama ser humano. Quizás nunca la frase de Hobbes, que siempre desprestigié, cobró tanto sentido: “El hombre es un lobo para el hombre”. Yo la modificaría: “El hombre de la sociedad actual es un lobo para el hombre”.

Diario de un confinamiento a 2.300 metros (días 11 a 15)

Día 11:

Frente a mí, la inmensidad de la montaña. El relucir deslumbrante de un paisaje blanco y resplandeciente. Estamos en primavera y eso se nota hasta a estas alturas. El silencio que se produce (o más bien se deja de producir sonido) ante la falta de clientes, deja escuchar nuevos sonidos a los que estamos menos acostumbrados: el correr de la nieve en fusión creando torrentes de agua imparables, los pájaros que suben hasta estos lares en busca de alimentos, las marmotas gimiendo por la noche, seguramente en busca de una pareja con la que procrear. El sonido de la naturaleza que corre su curso. El planeta se da un pequeño respiro encerrando a su virus más mortífero: el ser humano.

Y que le estoy cogiendo gustillo a esto del encierro. Aislamiento y confinamiento, no me cansaré de repetirlo. Resulta que en temporada, no tengo tiempo de vida para informarme, leer, ver vídeos, descubrir música, documentales, escritos, relatos, ensayos. Los días no dan abasto, ni en tiempo de trabajo ni en confinamiento. Siempre hay algo que hacer, algo que aprender. Ayer, día 11, realicé una rutina que podría continuar por el resto de estas, bajo mi punto de vista, 7 semanas que nos quedan de encierro humano: despertar de buena mañana, preparar un buen desayuno, completo, azucarado, chocolateado, entrar en el maravilloso y peligroso mundo de internet, informarme, leer, escribir, recrearme en un mundo apocalíptico llamado Days Gone (Play Station 4), pasear, acercarnos al supermercado, preparar un buen “apero”, beber, reír, comer y disfrutar. Y repetir. Nada mal oiga.

Y los datos están mal. Vuelvo al tema que nos comete: al dichoso Coronavirus. Con EEUU, que presumía de tenerlo todo controlado, con el mayor farsante de la historia de la política como dirigente de la primera potencia económica mundial (ojo, económica), como epicentro actual del virus. Recordemos también que fue el primer país donde se diagnosticó un caso fuera de China. Y casi el último en actuar. Pero se pondrán medallas más adelante cuando la gran cantidad de mentes privilegiadas del país salvarán a sus interesados políticos y gobernantes. Tiempo al tiempo.

Los datos están mal. Nos vemos sumidos en un mundo de información, números, estadísticas, correlaciones, curvas, logística. Y las matemáticas son tan extensas como la vida misma. Cada país cuenta sus muertos como le sale del chichinabo: Francia no cuenta como muertes por coronavirus los ancianos que mueren en la propia residencia o en sus casas. Alemania no hace tests a los fallecidos (si mis fuentes son fiables). En China, donde tardaron un tiempo enorme en dar a conocer la crisis, ni se habrán contado una gran parte de los casos y de los fallecimientos. Dudo que hasta toda su población esté contada. En EEUU han pasado de cobrar una millonada si quieres hacer un test de predicción del Covid-19 a pararte por la calle y a obligar a hacerlo. Igual son todo fake news pero si tan solo se acercan un poquitín a la realidad del momento se atestigua que se está afrontando esta crisis microscópica desde puntos de vistas totalmente opuestos. ¿Cuando entenderán que ante una crisis mundial como este tipo de coronavirus o la emergencia climática, por poner algún ejemplo, se debe actuar como un todo? Como esto que a veces se nos llena la boca y llamamos humanidad.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que la tasa de mortalidad pase del 0,4% en Alemania hasta el 9% en Italia? Que pasa, que dependiendo de la nacionalidad tenemos más riesgo de morir del virus? Nada más lejos de la realidad, los números cuadran cuando cuadran las pruebas. A más tests que se hagan a la población, más cerca estará la estadística de la realidad, ya que será más fácil de focalizar los casos, ver sus posibles contactos y acorralar dicho brote para evitar nuevos contagios. Eso es lo que hizo Singapur por ejemplo, con un claro control de la situación, pero fácil gracias a diversos factores. Esto quiere decir que, en países como Italia o España, donde no se están realizando las suficientes pruebas para detectar los casos, existen muchos más casos no diagnosticados de los que nos pensamos. Miles de casos que se están quedando (esperemos) en sus casas pero que son prácticamente asintomáticos o con pequeños síntomas. Cuando aumentan los casos leves, lógicamente la mortalidad disminuye. Con lo cual, las matemáticas, sin la suficiente información previa, se quedan cortas.

Día 13:

Pero que no se me ha olvidado el 12 eh, mi número favorito, para más INRI. Recién trabajado este esbelto cuerpo que ve sus músculos atrofiados por la falta de movilidad en nuestro apartamento de “saisonnier” de 20 metros cuadrados (ni de coña), una buena dosis de ejercicio intenso te deja un regustillo en la boca de lo más agradable. Esas endorfinas que recorren cada centímetro de la piel (si me oye un experto en la materia me lanza cabeza abajo) y te dejan tan agustito. Hoy, tras un paseo matutino con Celine entre la bruma y el sol, he decidido comenzar una serie de entrenamientos llamados HIIT (High Intensive Interval Training, entrenamiento interválico de alta intensidad para los de la LOGSE). Cosa de rellenar unos minutos más en esta apretada agenda de confinamiento. Recuerdo, para los que estén ya cagándose en mi confinamiento, que en Francia está permitido salir a realizar actividad física, siempre y cuando no sea más de 1 hora y a menos de 1 km de tu domicilio. Hace días que no veo a un policía, a todo esto. La escena hoy era de libro de terror. Y es que cuando sales a la calle por estos lares en un día brumoso (brumoso aquí significa que estás en plena nube), sin nada ni nadie por la calle, te dan ganas de rellenar las reservas de gasolina, entrar en alguna tienda a través de la cristalera en busca de algún arma, y agazaparte en algún escondrijo en busca del siguiente zombi al que despedazar. Sí, le estoy dando demasiado a la PS4.

Nos hemos pasado más de la mitad de la caminata en una nube que no dejaba ver a más de 10 metros. Te crees en la habitación del tiempo de Dragon Ball. Sisi, ese en el que Goku y Songoanda se entrenan para vencer a célula, donde un día en el exterior equivale a un año en el interior. Friki o no, el paisaje era cuanto menos curioso. El momento en el que pasas por encima de las nubes, orgásmico. Me acabo de dar cuenta de que hoy, a 30 de marzo de 2020, estamos en el día número 14 de confinamiento en Francia, 17 en España. Resulta que el primer día se declaró a partir de las 12 del mediodía, por lo que de día de confinamiento tuvo poco. Pero no importa. Es cuestión de números, como las estadísticas de la que estos días hemos estado hablando.

Ayer decidí deleitar a mis compañeras de confinamiento con una cena cargada en calorías. Para pasar un poco el tiempo decidimos realizar una gran cena cada día un integrante de este magnífico apartamento con vistas a los alpes. Y anoche me tocaba a mí. No os cansaré con recetas ni trucos, imagino estamos todos en la misma situación (postureando en las redes como que hacemos deporte, pero pasando mucho más tiempo a comer bien) pero rápidamente diré que les preparé unas patatas bravas, huevos rellenos, tarteletas de foie-gras con mermelada salada de higos, hojaldre de sobrasada, miel y queso, y lo que reconstruí como Mini-raclettes, tostas de pan con embutido (salchichón o jamón serrano), patata cocida y queso fundido tipo raclette. Ole su raza! El postre fue patrocinado por mi ahora inseparable compañero de aventuras Thibault, que preparó un moelleux aux chocolat como buen franchute que es. Me fui a la cama rodando.

Es curioso cuando sales a la calle, como hice ayer para ir al supermercado, y no cruzas ni un alma por la calle hasta que llegas al supermercado, en el que al fin ves vida. Te dan ganas de respirar tranquilo y preguntar a todo el mundo que tal se encuentran. El distanciamiento social es cuanto menos agobiante. Nos necesitamos los unos a los otros. Tanto como un lobo necesita a la manada para poder sobrevivir.

Echando un ojo (traduce esa expresión a otro idioma, verás que risas) a la situación internacional, al menos a lo que nos cuentan que pasa más allá de nuestra vista, se ven unas cuantas incoherencias. Gran Bretaña, que en el inicio de la crisis decidió no presentar medidas de confinamiento asumiendo que la población debía contagiarse para inmunizarse más adelante, pese a que miles de personas fueran a morir, informa ahora, según sus expertos, que el confinamiento podría durar entre 3 a 6 meses para que la situación vuelva a la normalidad. Anda anda, como cambian las cosas cuando Mister Johnson, Boris, da positivo por Covid-19. En EEUU, y espero calmarme porque de buenas a primeras puedo echar pestes sobre ese país de pacotilla, siguen a lo suyo, primando la economía y soltando sandeces día sí y día también. Lo peor es que la imagen de Trumpito, esa mascota de las élites empresariales que gobiernan el país, no se verá tan afectada gracias a que grandes estados están tomando medidas severas pese a la parsimonia del gobierno central. Pero en un país con tanta desigualdad y donde la asistencia sanitaria es un mérito y no una obligación, los muertos van a desfilar rapidito. Y serán los de siempre, el precariado. Las autoridades asumen ya que casos positivos continuarán a acudir a sus puestos de trabajo por miedo a perder sus empleos. Prefiero cortar mis venas antes que mi cuenta corriente. Mentalidad de mierda.

Pero una cosa está clara ya. Y es que EEUU, primera potencia mundial y país más influyente del mundo, ha perdido claramente esa hegemonía frente a otros países como China, que ha quintuplicado la producción de mascarillas en cuestión de días y ofrece material sanitario a más de 80 países del mundo. ¿Lo recuperará con una guerra por el bien de la humanidad, donde se toparán por sorpresa con nuevos pozos petrolíferos? Veremos. Lo que está claro es que en la gestión de una crisis mundial como ésta, EEUU va claramente por su cuenta y piensa única y exclusivamente en el cuello de su camisa. Le sobrepasa un país donde la democracia brilla por su ausencia, algo más que preocupante viendo los ejemplos de países como Singapur o Corea del Sur. Nos creemos dioses, con la verdad absoluta, y no sabemos ni hace la O con un canuto.

Día 15:

Sí, en algún momento perdí la cuenta. Pero estamos empezando la tercera semana. Así, de buenas a primeras. No me había dado ni cuenta, pero hemos pasado ya 2 semanas de confinamiento, de cuarentena. Viendo que en el epicentro del coronavirus mundial (Wuhan) llevan ya dos meses así, pues como que habrá que esperar, que no estamos ni a la mitad.

El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, dependiendo de por donde le de el aire. Vemos señoras de 95 años con parkinson cosiendo mascarillas, o cientos de donaciones anónimas, en la comunidad de Madrid, por ejemplo. Pero también vemos personas insultando a otras desde sus balcones por el mero hecho de salir a la calle, sin saber por qué razón han tenido que abandonar su hogar, o partidos políticos mintiendo y sacando rédito de un problema tan grave como el que estamos viviendo. Egoístas y dadivosos. Sinceros y mentirosos.

En mi pequeño mundo particular, pasada la primera “verdadera” semana de cuarentena, sin trabajar vaya, he decidido establecer unas pautas de vida diaria. Una lista de tareas hablando en plata. Fan como soy de las listas, o quizás sea algo obligatorio gracias a mi heredada falta de memoria a corto plazo, era algo necesario. Empezamos el día con un paseo matutino junto con la rubia, la gabacha que dicen mis amigos. Por lo menos una hora. En dicho paseo, si el tiempo lo permite, vuelo el dron. Lo cual, como el Red Bull, te da alas. Al volver me planifico una serie de ejercicios tipo HIIT (que ya expliqué ayer). Estiramientos y ducha. Sales más feliz que una perdiz y con ganas de comerte el mundo. Seguidamente me informo y escribo, hoy un poco más tarde de lo habitual. Intento buscar medios de información poco comunes, poco influenciados, y os puedo decir que la tarea es ardua. Tras ello, preparo algo para comer y, con la seguridad del deber bien hecho, me instalo en la cama para darle cera a Days Gone. Por la tarde noche, discutimos, bebemos, vemos una peli y se acabó el día, antes de poder hacer otras cosas que me gustaría: jugar al catán online con los colegas, llamar a este u otro amigo, o buscar todo lo necesario para continuar construyendo nuestra querida Gertru.

Gertru (2.0 para ser más exactos), para el que no tenga el honor, es nuestra flamante Citroen Jumper L2H2 que compramos el verano pasado en Las Landas (Francia) por un precio de risa a un recomprador. En realidad era la furgoneta de unos escayolistas de la zona, que habían cuidado la furgo relativamente bien en cuanto a óxido y motor, pero que tenía más mierda en su interior que la tarros en casa. La tarros se tiraba pedos y los guardaba en frascos de vidrio, de ahí su nombre y fama. De ahí salieron hasta torpedos de la primera guerra mundial. La limpiamos, repintamos, tratamos el poco óxido que tenía y le instalamos una ventana abatible en un lateral, previo cortado de chapa (que da para otro post entero). Y ahí nos está esperando, hibernando en el almacén de un viticultor muy pero que muy simpático. Y viendo que mis planes de verano explotan al igual que Desembarco del Rey cuando Daenerys pasa de costadillo, veo cada vez más plausible pasar el verano dándole duro a la camperización. Un chapuzas en casa. Soy tan malo y poco manual (villano de Marvel fijo) que necesito horas de tutoriales antes de aventurarme a apretar un tornillo. Pero así soy yo, me gustan los desafíos.

En el paseo matutino de hoy, y mientras batía mi récord personal de distancia en vuelo de mi Mavic Pro (2850 metros, me temblaban las manos), aparece un helicóptero en el valle, que venía del valle de la Moriane. Efectivamente, helicóptero de la gendarmería francesa, los famosos PGHM. Yo, que ya estaba calculando la distancia de donde estábamos al hogar (recordemos que en Francia está permitido salir a realizar ejercicio físico a menos de 1km de tu domicilio, pero está prohibido el senderismo en la montaña, y viendo la situación privilegiada de Val Thorens en medio de la montaña, la ley se antoja un tanto contradictoria), me dispuse a bajar el dron a una altura de seguridad para evitar posibles accidentes. Creo que estaba infringiendo 5 leyes al mismo tiempo. El caso que dicho helicóptero se ha puesto a dar vueltas por encima del pueblo, por las pistas, imagino buscando posibles esquiadores foqueando. Durante casi una hora no ha parado de vigilar, incluso le hemos visto aterrizar en la zona de pluviometre, a saber por qué. El caso es que no nos han llamado la atención, o quizás no nos han visto. Tampoco veo cómo pueden hacer para multar al personal desde el helicóptero, pero en fin. La cuestión es que los hemos visto advirtiendo a gente en los senderos alrededor del pueblo. Mi opinión respecto a este tema me la reservo, transgresora como es.

El centro médico del pueblo ha cerrado, la farmacia también, el estanco, solo queda un supermercado abierto, la gendarmería cerrada desde el primer día de confinamiento. Pero oiga, vigilar que 4 gatos salgan a respirar un poco de aire fresco a la montaña, eso no eh. Que la gente se muera en sus casas, pero que no nos toquen los huevos.

Me voy, que me quedan cosas por tachar en mi lista de tareas. Paz y amor, y sean creativos, improvisen, pinten, dibujen, lean, toquen, disfruten, expriman la vida, que son dos días. Cambio y corto.

Diario de un confinamiento a 2.300 metros (Días 9 y 10)

Día 10:

Ayer no me dio por escribir. Asín de claro, resulta que mis días no dan para todo, y no tuve tiempo de escribir, al menos en condiciones idóneas. Que iba más pedo que Alfredo vaya. No, en serio, no pude.

Escribo resignado, un tanto decepcionado, o difuso, quizás preocupado. No llego a saber exactamente el qué. Pero presiento que las cosas no van del todo bien. Presiento, viendo la situación actual a 26 de marzo de 2020, que la cosa va para largo. Que no estamos haciendo las cosas bien, que no estamos tomado las precauciones adecuadas. Ni nosotros como ciudadanos ni el gobierno como organismo. Varias noticias me han llevado hasta esta situación.

En India hay 60 casos. 60. Sesenta. En el segundo país más poblado del mundo, con 1.300 millones de habitantes. Una auténtica bomba de relojería si la situación se agrava. Pues bien, con esos 60 casos este es el segundo día de confinamiento. Pero en el primero, ayer mismo, ya se han visto vídeos en las redes con una brutalidad policial digna de dictadura franquista. ¿Es malo? Pues no lo se. Solo se que desde el primer día están dando palos a la gente que sale de casa sin alguna razón de peso. Palos si, sin preguntar ni la hora. Palos si, palos de madera. Pues igual al quinto día no sale ni Buda y esto se soluciona en cosa de 2 semanas con menos de mil casos en el país. Quizás. Nos enfrentamos a un enemigo nuevo, invisible ni al telescopio óptico. Recordemos que en España a día de hoy estamos a 56.188 personas contagiadas (que sepamos) y más de 4.000 muertes por coronavirus, segundo país del mundo al superar a China el miércoles mismo. Y se está permitiendo salir a la calle a personas con síntomas para acudir a un centro médico, sin hacerle ningún tipo de prueba, para después decirle que se quede en casa. Sisi, pregunten a Viry.

En China acaban de levantar el confinamiento en la región del foco (no en Wuhan todavía, pero si en la región, con más población que España). Pero en China las medidas que tomaron fueron más dignas de dictadura que en la India, dictadura comunista o como la llamen. Tapiando puertas para que no salgan a la calle, enviando personas enfermas vete tu a saber. Hoy mismo veía un vídeo donde se tomaba la temperatura en un control móvil (En España lo de tomar la temperatura no deben haberlo pensado todavía, cuando en Singapur, por ejemplo, se obligaba a toda la población a enviar la temperatura vía Internet 2 veces al día), y un ciudadano daba temperatura alta, se le ordenaba dar media vuelta y volver a casa, y en su intento de avanzar con el coche, un gran despliegue se montaba en cuestión de segundos, se le sacaba del coche a más puro estilo SWAT, se bloqueaba la carretera con un furgón blindado, se le ponía un saco negro en la cabeza previa cazada con la típica red de cazar mariposas, y salía de cámara vetetuasaberdonde, para acto seguido desinfectar a todo el tinglado con spray. Quizás un infectado menos. Cortando por lo sano. Aquí en España la policía acude a Pikachu para que los niños no salgan a la calle. O salen a bailar a las calles al ritmo de música mallorquín. No le estamos dando la importancia que tiene. Nos tomamos a guasa hasta la escabechina en las residencias de mayores en Madrid.

En España, donde los test acababan de llegar por miles hace cosa de pocos días, resulta que una partida viene de una fábrica sin licencia y son totalmente defectuosos. Alertados por el gobierno chino por cierto. Igual sino, ni nos damos cuenta. País de pandereta. Se está dejando a personas mayores en casa, se está decidiendo que casos salvar y que casos dejar morir. Fardamos del mejor sistema sanitario del mundo cuando tenemos uno de los sistemas más deficientes de la unión europea, si comparamos con el resto de países más poblados. Con recortes millonarios durante la anterior crisis económica (que le va a llegar a la suela del zapato a esta), con cientos de miles de plazas de menos. Con partidos políticos negando la evidencia y otros mirando para otro lado. Nos precipitamos hacia un pozo de mierda y cantamos al son de “quédate en tu puta casa”.

No es más que la mera opinión de una persona del montón, que intenta leer, informarse y contrainformarse, e intenta forjarse una opinión en base a datos veraces, en plena época de los fake news de mis cojones. Sí, quizás esté un tanto negativo en este día. Pero me reconcome tanta mierda junta.

En otro orden de ideas, ayer salí a pasear al sendero más cercano a mi casa, llamado de Montagnettes, acompañado de mi fiel perro Mavic Pro, el cual pudo deleitarse por los cielos durante 25 minutos, obteniendo imágenes de WOW, trata-ese-video-y-súbelo-a-las-redes-ahora-mismo-porque-quita-el-hipo-y-da-envidia. Por el camino pude cruzarme con algunos pocos “saisonniers” que permanecen también en Valthorens por no saber donde caerse muertos no tener otro sitio mejor donde ir. Bajo mi punto de vista no hay otro sitio mejor donde ir. Es gracioso el nuevo contacto humano, donde cuando nos vemos, en vez de acercarnos como hacíamos habitualmente, nos alejamos para mantener una distancia de seguridad, de algunos metros. Lo hacemos ya instintivamente, como por inercia. Mi día se pasó entre una buena comilona, pacharán casero y PS4.

Y tan rápido pasó que a eso de las 10 estaba somnoliento, cansado. Decidí acostarme para ver que hacía eso de levantarse a las 6 de la mañana y salir a la montaña a las 6 y mierda. Y eso es lo que he hecho hoy, en el día más frío probablemente del mes (la sensación debía ser de unos -15ºC), con un viento frío horripilante, olvidando máscara y gafas comprometiendo la salud de mis pobres dedos. El saldo ha sido de 50 minutos para una caminata que dura normalmente hora y media. Arriba, tiempo para ver el amanecer y bajar echando ostias de allí, con las manos entre las piernas para calentarlas. Una bajada de cero disfrute, helada como estaba la pista. Y todo, digamos la verdad, para salir sin que la policía esté todavía despierta, arriesgando una lesión a causa de las condiciones extremas para evitar ser multado. En vez de salir a mediodía son un Sol espléndido y una calidad de la nieve que hacen segura la bajada, pero justo cuando la PGHM (policía gendarme de alta montaña) hace la rondita en helicóptero. La estupidez humana llevada hasta el propio autor de los hechos.

Me arrepiento y no.

Diario de un Confinamiento a 2.300 metros

Día 3:

El confinamiento en Francia nos pilló de sopetón. Pese a ver cómo los países vecinos ya comenzaban con medidas radicales para paliar los efectos devastadores de una crisis sanitaria a causa del ya famoso COVID-19 (pronto saldrá el 20 así que no os recomiendo que lo cojáis) nosotros vivíamos aparte. No hablo del país entero, sino del lugar en concreto en el que me encuentro, Val Thorens, en el mayor dominio esquiable del mundo y el pueblo más alto de toda Europa., a 2300 metros de altura. Un auténtico centro de ocio tanto diurno como nocturno con gentes de todos los confines del mundo. Con casi 30.000 camas de capacidad y unos 5.000 trabajadores, saisonniers en français, término utilizado para definir a los trabajadores de temporada.

El Jueves pasado, día 12 Macron anunció el cierre de colegios, universidades y guarderías. Viendo como las estaciones de esquí iban cerrando en Austria, Suiza e Italia, algunos nos lo olíamos, pero dentro de una semana como muy pronto. La estación se movilizó para organizar las rebajas. Pero un día tardó. Macron volvió a comparecer delante de todos sus compatriotas (todos los gabachos vaya) el Sábado 14 de Marzo para ordenar el cierre de restaurantes, bares y hoteles. Lógicamente la estación no podía sobrevivir sin lugares de ocio, por lo que dos horas después de su comunicado, a eso de las 11 de la noche se anunciaba el cierre de la estación. Los clientes acababan de llegar, algunos por viaje desde otros confines del mundo o en coche por hasta 12 horas de viaje…

Todo el mundo se lanzó pues a trabajar a destajo para cerrar todos los comercios para el domingo a la noche. Todos los clientes debían partir ese mismo día. Y se sabía ya que en escasas horas Macron iba a comparecer por tercera vez en 3 días para anunciar un confinamiento a nivel nacional. La información iba muy rápido, cada día se aprendía una cosa nueva. Cierre de fronteras, aviones cancelados, trenes que no circulan, hospitales colapsados… La gente se apresuró a hacer las maletas, a organizar su viaje de vuelta, y todo sin saber siquiera si iban a ser despedidos o a entrar en un paro técnico. De hecho ni hoy mismo lo sabemos.

Yo, que a todo esto me presento, Alfonso, 31 tacos, español de nacimiento y ciudadano del mundo por convencimiento, que ama la naturaleza, la playa y la montaña, la actividad física y el contacto humano, me vi en una disyuntiva, junto con mi chica, Celine, francesa de 25 años y ciudadana del mundo por aquello de seguirme el rollo. ¿Adonde vamos? Sin domicilio fijo, con las fronteras cerradas a extranjeros en España el mismo lunes, con la posibilidad de haber sido infectados y llevárselo a nuestros padres, con la posibilidad de una casa alquilada en un pueblo perdido del mundo sin Internet solo cerca de la hermana de Celine, a la cual no podríamos ni ir a visitar. La opción estaba clara. ¿Donde íbamos a estar mejor que en el pueblo más alto de Europa? Con una carretera de acceso que pronto estará cortada salvo para el aprovisionamiento o la urgencia, con unas vistas de quitar el hipo, con la posibilidad de salir a la montaña libre de Corona. La decisión estaba tomada.

Los supers cierran y regalan comida, sin casos confirmados en la estación (qué se supiera), con un par de esquís de travesía dispuestos a subirte al pico que más rabia te de. Todo pintaba del color de rosas el primer día de confinamiento. Lo de la comida muy en serio, lo cual muestra la absurdidad de las gentes valle abajo, pegándose por el último tetra-brick de leche de las estanterías, cando al dia siguiente van a estar igual de completas o más. Esa ignorancia humana de las grandes aglomeraciones se transforma en solidaridad de las gentes auténticas: aquí los restaurantes y tiendas liberan sus stocks de productos perecederos, con ofertas de 2×1, incluso supers dando comidas gratis (buen atracón a gambas y aceitunas que me pegué anoche de gra gra gratix). Nuestras reservas nos permiten llegar a navidad sin problemas, y con una buena capa de grasa corporal para eventuales temporales de frío en la montaña. En definitiva, todo pintaba maravilloso. Pero nada más lejos de la realidad. Ya conocemos a gente afectada con el virus, que conoce gente que conoce gente que ha estado en contacto recientemente con nosotros o con nuestra compi de piso (si, convivo con dos mujeres, si muero, se que no será de COVID-19). Las autoridades tienen miedo a posibles accidentes en la montaña (en el primer día de confinamiento hubo 1 muerto y dos heridos en Chamonix), por lo que van a prohibir el uso de raquetas de nieve y esquís de travesía. Nos conducimos al confinamiento absoluto, pero con unas vistas maravillosas.

Esta es la situación a día de ayer: al pueblo han llegado dos furgones de la gendarmería francesa, de momento inmóviles y sin movimiento aparente. Las pistas parecen un parque de atracciones, todo el mundo sale a pasear, a jugar al trineo con sus hijos, a bajar pistas con el snowboard al hombro… Se ven bastantes motos de nieve de los dueños de los restaurantes de altitud. Ayer mismo, con el miedo de un alto de la policía, varios amigos salimos con los esquís cada uno por su lado para quedar en el Chalet de la Marine, un restaurante de altitud de renombre. Por el camino me encontré un queso entero de unos 10 kilos, probablemente caído de una moto de nieve con prisas por acabar el cierre del restaurante. Nuestro objetivo: la llegada del funitel de Peclet, a las faldas del Glaciar de Peclet, que remonta hasta los 3.500 metros de altura, la cima de este circo llamado Val Thorens. Nuestras piernas bien entrenadas por la temporada nos subieron más de 600 metros de desnivel hasta los 2.900 metros. Y puedo decir que la posible multa merece mucho la pierna. Las vistas y el silencio, el calor de la jornada de ayer no me quitaron la sonrisa ni un solo minuto. Arriba nos encontramos con algunos “saionniers” que han decidido confinarse también en este paraíso terrenal. Ellos subieron en moto, trabajaban en el restaurante donde acabó nuestra travesía. Nos sacaron comida, cervezas y nos dieron algunos utensilios que iban a tirar. Todo del color de rosas. O blanco, porque aquí todo es blanco.

Veremos hacia dónde se dirige la situación, pero hoy acabaré con una frase sacada del hervidero social en el que se ha convertido Internet en estos días. Viene de Italia y dice así: “a nuestros abuelos los enviaron a la guerra, a nosotros nos envían a casa”. Cambio y corto.

Día 4:

Acabo de ver un vídeo en Facebook. Uno de tantos, de tanto contenido original que crean las mentes lúcidas en sus tiempos libres, que mucho tenemos en estas singulares fechas. Pero éste en especial me ha sobrecogido, emocionado, hasta los pelos de punta en las partes donde me quedan. Una canción original hablando de la buena labor de los ciudadanos riojanos y de las profesiones que en este momento están al pie del cañón defendiendo y salvando al resto: policías (jamás lo hubiera imaginado), personal sanitario, personal en supermercados, camioneros…Un vídeo precioso de una tierra preciosa, la mía, La Rioja.

Aquí las cosas son diferentes. Aquí vivimos en una burbuja dorada. O blanca mejor dicho, rodeados como estamos de tanta nieve. Los “saisonniers” que se han quedado aquí siguen saliendo a la calle. Se ve gente paseando, sola o acompañada. Se ve gente en la montaña. Gente fumando en grupos. Creo que en Francia, o al menos aquí, no han comprendido la gravedad del asunto. Y veremos con el tiempo y una caña, pero las cosas van a cambiar cuando empiecen a contar los muertos diarios por decenas. Y dirán ¿Por qué no actuamos antes? Muchos “saisonniers” que han vuelto ya a sus casas están dando positivo ahora mismo, y esto es solo el principio. Pronto veremos casos confirmados aquí mismo y nos daremos cuenta que estuvimos con esas personas hace 4, 5 o 6 días. Y nos entrará el miedo.

Hoy he salido a la calle. No por quererlo sino por obligación. Tras un buen día de confinamiento en casa, ayer, en el que tuve tiempo de escribir, cocinar, jugar con mis compis de apartamento, fumar, informarme, hace un time lapse e incluso jugar online al Catán con amigos del hogar. Tras todo eso recibí la llamada de nuestra presidenta general de la empresa. Manejan bastante el cotarro en Valthorens y sus beneficios anuales se cuenta por números de 6 cifras. No nos rescinden el contrato por caso de fuerza mayor, no por que no quieran, sino por que el sindicato de empresas de cycle et glisse (bici y deporte de nieve) les ha dicho de hacerlo así. Así que nos meten en un paro técnico. Lo cual quiere decir que cobramos nuestro sueldo hasta el fin del contrato ya firmado, y el estado francés pagará, como bien afirmó en un discurso hace 3 días que la historia recordará por el “Nous sommes en guerre” que repitió 7 veces.

Los que se han ido, más contentos que chupín. Pero a nosotros nos toca trabajar hasta que podamos cerrar todas las tiendas. 11 en total. Por lo que tenemos para una semana. Mi primera semana de confinamiento no lo será tanto. Y un amigo de la infancia acaba de ser padre. Ahí, en plena crisis, con dos huevos.

Por lo demás, la nieve se va poco a poco en esta temporada más que anormal, respecto a las anteriores, pero normal respecto al ritmo de calentamiento del planeta. Esta crisis nos tiene que servir para sacar muchas cosas buenas, y de ella para afirmar con rotundidad que no queremos volver a la normalidad, porque la normalidad nos va a llevar al fracaso. Reflexiones de las que hablaré más adelante, que tenemos tiempo.

Acabaré con una teoría conspiratoria, que dice así: “De todas formas el coronavirus es una fiesta comercial inventada por los italianos para vender todavía más pasta”. Cambio y corto.

Día 5:

Al escribir en la línea anterior “día 5” me he extrañado. 5 días ya? Pinta bien la cosa si los días pasan así de rápido. Al mismo tiempo en estos días no puedo hablar de confinamiento. He trabajado de 8h30 a 12h30 y de 14 a 18, por lo que al llegar a casa casi hasta tengo ganas de quedarme.

En Val Thorens, como ya hablé ayer, confinamiento y fin de la temporada son casi lo mismo. Una “ciudad” en la montaña con una capacidad máxima de 30.000 personas, donde la gente viene de vacaciones, en la que están continuamente en la calle, ya sea con los esquís bajo los pies o por las noches haciendo compras, yendo a las decenas de restaurantes donde sirve las suculentas y grasientas especialidades de la Saboya (donde el queso y la patata son indiscutibles, a la par que deliciosos) o tomando algo a precios desorbitados, ver gente las 24 horas del día en cualquier lado e de lo más normal.

Una vez que el pueblo se ha vaciado, que solo quedan los residentes (unos 300) y algunos “saisonniers” como yo que no sabíamos dónde caernos muertos, pues el vacío es más que obvio. Lo cual facilita la separación y evita las aglomeraciones, pero no es por pura obediencia de la ciudadanía ni nada del otro mundo. La gente que se ha quedado sigue saliendo. He visto a un monitor unas 5 veces hoy, paseando, viéndolas venir.

Y en mi humilde opinión está pasando lo que en España al inicio del confinamiento, como lo llaman en Francia, o la cuarentena, más conocida en España. O lo mismo que pasó en Italia, que es lo mismo que pasó después en España. La humanidad se mueve como conjunto de la misma forma, ya que está basada en los mismos principios sociales. No hay mejor ejemplo que ver cómo la gente se ha abalanzado hacia un producto tan básico y ciertamente dispensable como el papel higiénico en absolutamente todos los países que han sufrido un confinamiento: Australia, España, Francia, Bélgica, Italia…Y tantos otros. Algo absurdo pero repetido en los diferentes confines del mundo. Bienvenidos a la globalización atroz.

Volviendo a mi pequeño mundo, el Sol ha brillado con fuerza estos últimos días, deshelando buena parte de las caras sur en la montaña, dando paso ya hasta a inicios de florecimiento de plantas, algo más que inusual en estas fechas y por estas alturas. Recordemos que a 2300 metros las plantas de gran tamaño, los árboles vaya, no sobreviven. Falta de oxígeno. Normalmente es el último día de Sol en una semana. Y la gente lo sabe. Por eso muchas familias de residentes se veían hoy por las pistas alrededor del pueblo en trineos, jugando o simplemente paseando.

Y es lo que todos nos tememos, el confinamiento en un mal tiempo, que aquí es normal y puede durar días: fuertes vientos, ventiscas, temperaturas varios grados bajo cero…Eso mina la moral hasta al cuñado de la tele, que en paz descanse. Pero no es solo eso. Informaciones confidenciales que vienen de la directora general y dueña de GOITSCHEL SPORTS, la empresa en la que trabajo, dicen que nos acercamos a un confinamiento total en Francia, que se anunciará de aquí a 2-3 días, y que obligará a cerrar muchas empresas. Por lo que nos piden prisa, trabajar mañana domingo día del señor, y acabar lo antes posible. A mi me viene bien, porque llevo dos días trabajando en limpieza y control de los inventarios y me veo yendo a EEUU a comprarme un fusil pa pegarme un tiro. Que pereza oiga!

Los supers siguen cerrando y regalando cosas gratuitamente, hoy hemos conseguido sodas y galletas en un SPAR ya cerrado y un montón de salchichones al comprar una buena botella de vino tinto en una tienda gourmet. Toma jeroma pastillas de goma. Si veis la despensa se os hacen los ojos chiribitas, que se dice en mi pueblo: Quesos, salchichones, un jamón en trozos y al vacío, botellas de vino, mermeladas, conservas, congelados…

Ayer uno de mis mejores amigos, el más antiguo sin duda (tenemos fotos en la guardería haciendo el mongolo) fue padre. Con la que está cayendo y le da por ser padre, vaya huevazos. De Bilbao (adoptado, porque es de Haro aunque lo niegue) tenía que ser. La sensación que me dio cuando me enteré de la noticia, fue algo indescriptible. Ayer estábamos haciendo bufos en el castillo del colegio y hoy se pone a cambiar pañales. Y yo aquí, disfrutando de la vida. Qué cosas. Haisea nació fuerte, prematura pero sana y con unos padres dispuestos a darlo todo por ella. Su parto fue diferente, adaptado a los tiempos que corren, presentándose al mundo por videoconferencia.

Acabaré con una reflexión que me ha contado por audio una amiga enfermera que está dándolo todo al pie del cañón en la sanidad pública riojana:

En una pandemia todas las medidas que se tomen con anterioridad son exageradas y las que se tomen una vez pasada nunca fueron suficientes”. Cambio y corto.

Día 6:

Pues el día no salió tan triste y gris como se esperaba, incluso todo lo contrario, se despidió con un anochecer maravilloso, repleto de colores. Tenemos suerte que el porcentaje de anocheceres espectaculares es elevado.

El día se presentaba como otro cualquiera en esta extraña situación en la que el mundo (al menos el occidental) se ve sumido. Trabajando desde por la mañana en un pueblo vacío donde normalmente a esas horas se ven cientos de personas aparejadas con las más diversas vestimentas y accesorios de nieve, las fábricas de turistas trabajando a todo trapo hasta sacarles el último céntimo de sus ahorros para las vacaciones en todo tipo de actividades de ocio, deporte y gastronomía.

Aburrido un trabajo en el que ves pronto terminado, pero que no llega el final, Casi pidiendo la hora, deseando ser confinado como el resto. Pero repito que aquí el término “confinamiento” toma un sentido algo diferente que en la mayoría de lugares. Un pueblo rodeado de montaña y de nieve, en el que muchas veces es más fácil llegar esquiando o en telesilla que en coche o a pie.

Pero por un toque de suerte, o de buen trabajo quizás, no he tenido que trabajar por la tarde, por lo que un mundo de posibilidades se ha abierto ante mi. Y entre ellas una decisión clara: salir a la montaña. Enfundar los esquí de travesía con sus relucientes nuevas pieles y subir lo más alto posible. Junto con un colega de confinamiento, en el que hemos pasado tanto tiempo juntos en las últimas semanas que ningún cargo de conciencia ha corrido por nuestras extrañas mentes. Sin dudarlo, aunque de reojo a las calles contiguas del pueblo a la espera de ver pasar un coche de policía que me pudiera multar por tamaña atrocidad: salir a dar una vuelta y respirar aire puro en un paisaje maravilloso, me he reunido con PA, nombre en clave, para ascender juntos a más de 2900 metros de altura. Hay que ver lo fácil que es subir en telesilla, cuando un viaje de no más de 10 minutos puede costarte hora y media de caminata y pulmón. Te das cuenta del desnivel y de la valía de subir a esas alturas cuando son tu patas que te suben.

Arriba, una doble vista: una al valle de Belleville, al que Val Thorens hace cima, compartiendo hogar con Les Menuires y Saint Martin de Belleville, y otra al valle de Meribel, mucho más arbolado y estrecho. Al fondo diversos picos que ostentan el título de Top 10 de Los Alpes con glaciares en retroceso por doquier. Te sientes pequeño, insignificante en un mundo tan variopinto como gigantesco, el cual estamos destruyendo a marchas forzadas. El aislamiento total, lo prefiero a confinamiento. Picos escarpados, cornisas, aludes de nieve en continuo deshielo. Y la bajada, que se disfruta como si fueran 15, porque será la única que hagas en todo el día. Hace una semana eran 10 al día. Con eso que ahora los modernos llaman Golden Hour, la hora en la que el todopoderoso Sol deja una luz tenue que colorea todo lo que ves de preciosos tonos dorados. Me ha salido la vena poética esta noche.

El otro toque relevante de la jornada ha sido la videoconferencia con varios de mis amigos donde Haisea ha sido presentada al público, en su primer día completo de vida. He visto como mis amigos de toda la vida pasan el confinamiento en sus casas, cada uno en diversas ciudades del norte de España. Los hay trabajando, con teletrabajo, a medias, o que salvan el mundo, como nuestra querida Elisa dándolo todo como enfermera en diversos hospitales y centros de salud. Corren tiempo extraños, pero nos sirven para sacar también lo mejor de la tecnología. E Internet y todas sus posibilidades casi nos acercan más a nuestros próximos que cuando no estábamos en cuarentena.

Y a todo esto Amancio haciendo ERTES. Buenas noches.

Día 7:

Vaya, parece que ya llevamos una semana. Y las cosas están lejos de arreglarse. Jornada más negra en cuanto a fallecimientos en España. En Italia casi 700 muertos ayer. La curva del COVID-19 está lejos de desacelerar.

En España, donde habían dejado de realizar test de corona por falta de medios y dejaban los casos menos graves confinados en casa sin saber si era el famoso virus del murciélago o una gripe, han recomenzado a hacer tests. Por lo que en cuestión de días vamos a ver una subida de casos estratosférica, pero un descenso de la mortalidad también elevado.

Por aquí las cosas van a empezar a ponerse serías también. A partir de hoy comienzan las patrullas de la gendarmería en motos de nieve por las pistas a la búsqueda de intrépidos esquiadores que se salten el confinamiento. Como si fueran a pillar el virus en el aire más puro que se pueda respirar. Pero eso sí, salir a pasear con el perro durante el día entero, o acudir a donar sangre en colas de a cientos, eso sí se puede.

Hoy me gustaría hablar de un tema interesante, algo que he visto en Internet, concretamente en la página de Facebook Hope. En pie por el planeta, la cual recomiendo encarecidamente como fuente de información ecológica y como parte activa de la lucha contra la emergencia climática. Se trata de lo que han llamado La paradoja generacional del Covid-19. Resulta que en esta crisis actual se nos pide actuar con conciencia social, solidarizarse con el resto, sacrificarse por el grupo. Algo completamente moral, que no se debería ni discutir. Pura ética. En esta crisis, como todos sabemos, los más desfavorecidos son las personas con patologías previas y sobre todo la tercera edad. Las personas mayores. Lo jóvenes, que pueden incluso ser asintomáticos, no sufren más que una fiebre de algunos días en el más grave de los casos (no quiero que se tome tampoco mis frases como principios médicos, todos sabemos que hay casos graves en jóvenes, pero son los menos). Lo cual quiere decir que los jóvenes están sacrificando sus activas vidas por otras generaciones. Y se está haciendo, la gente se está quedando en sus casas.

¿Pero qué ocurre si revertimos la situación? En una crisis aún mayor y más grave, la crisis climática, se pide a todos los grupos generacionales que hagan un esfuerzo por revertir la situación a la que hemos llegado y reducir las emisiones de carbono. Son los jóvenes los que están llevando los estandartes de la lucha por el planeta, con los numerosos grupos que hasta hace poco ocupaban algunas portadas de los medios de comunicación (no tantas como se debiera). ¿Y qué están haciendo las generaciones adultas? Pues lo resumo en una frase muy concisa, clara y educada: “Pa’ lo que me queda en el convento me cago dentro”. No están haciendo nada! Se lavan las manos, como si no fuera con ellos. Total, ellos no vivirán las consecuencias más catastróficas del cambio climático (consecuencias ya las estamos viviendo desde hace algún tiempo). Han tomado la vía de la insolidaridad, lo gobiernos con todos los datos sobre la mesa han decidido priorizar su beneficio inmediato, la economía.

Cuando abandonamos el individualismo y nos comportamos como grupo humano, solidario, responsable, consecuente, es ahí cuando brillamos y cuando somos capaces de superar cualquier reto que se nos proponga. Cuando superemos esta crisis, porque de ello estoy seguro, deberemos sacar varias conclusiones. Mirar atrás y aprender, ver que cuando uno quiere, puede. Ver que las cosas se pueden cambiar para conseguir un claro objetivo, la supervivencia de la especie y del planeta tal y como lo conocemos.

Es solo una reflexión, y bastante resumida por cierto, pero no deja de ser interesante. De toda situación negativa podemos sacar muchas conclusiones positivas. Y bajo mi punto de vista, esta puede ser una de las más importantes de esta situación que se torna crítica en Europa.

La paradoja generacional del Covid-19, ahí lo tienes.

Día 8:

Valthorens nace cubierta, gris, con el solo ruido del viento golpeando contra todo lo que se encuentra a su paso. Inerte, como sin vida. Al pasear a las 8h30 de la mañana camino del último día de trabajo una calma agobiante lo cubre todo. Como si el día anterior todo el mundo hubiera decidido de buenas a primeras largarse de aquí. Hoy he oído que actualmente somos unos 2.000 los habitantes de Valthorens. No se donde están pero no se les ve. Y buen signo es, ya que significa que la gente empieza a comprender la gravedad de la situación.

Mañana comienza mi verdadero confinamiento, en el que no saldré de casa nada más que para estirar un poco las piernas e ir a comprar víveres. Es ahí donde veremos la capacidad mental de este mero escritor, acostumbrado como estoy a no parar quieto un solo minuto y a tener el cielo como techo lo máximo posible. Saldré con mi dron.

Hoy vengo con dos noticias que marcan un poco el avenir de las próximas semanas: en España los casos no hacen más que aumentara y estamos ya a más de 2.000 muertes, aumentando en cifras relativas a Italia, donde el brote comenzó una semana antes, sino más. La famosa curva del coronavirus está lejos de comenzar a descender. La otra noticia es que en La provincia China de Hubei, la región de la ya famosa ciudad de Wuhan, y con más de 70 millones de habitantes, se va a levantar al fin el confinamiento, dos meses después de anunciar la cuarentena de todos sus habitantes. Lo cual nos deja claro en que momento estamos, en nuestra primera semana. ¿Quedarán otras 7 semanas antes de soñar con la libertad? El tiempo lo dirá.

También hoy hemos sabido en nuestro grupo de amigos de Whatsapp, que cuenta casi con 30 miembros y miembras de colegas de toda la vida (toda la vida quiere decir toda la vida, algunos hemos nacido juntos), se ha anunciado la primera “infectada”. Sin saberlo a ciencia cierta, llevaba varios días sin olfato ni gusto, lo que al parecer es un síntoma bastante común entre los jóvenes que contraen Covid-19. Se le ha impuesto confinamiento absoluto, baja laboral (que no ha aceptado, es de Cihuri ella, como pa no) y un seguimiento de la situación. Al loro que el virus viene dando caña hasta a los más fuertes.

Y ayer noche, para acabar ya y no cansar con mi insulsa vida de confinado, me dio por leer todo acerca de los virus, y resulta mucho más que interesante. Los virus, que el conjunto de la ciencia no llega a ponerse de acuerdo si considerarlo como vida, ya que se encuentra un paso antes de lo que se considera la base de la vida en la Tierra, la célula, son partículas que infectan absolutamente todo tipo de organismos (animales, plantas, hongos, bacterias…), se encuentran en prácticamente todo tipo de ecosistemas y son el tipo de entidad biológica más abundante del planeta.

Me voy que empieza a llegarme un olor más que apetitoso de la cocina: pastel de chocolate y compota (puta delicia tete). Agur yogurt.

Un momento para recordar: Estambul

«Este pequeño párrafo lo escribí en una servilleta de papel el veintidós de mayo de dos mil quince a las cuatro y media de la tarde. Transcrito tal cual»

La lluvia constante pero diluida deja una pequeña cortina borrosa en el paisaje. Paisaje que me corta el respiro, sentado en una enjuta butaca granate del restaurante DESTAN MEYDAN, a las faldas de la mezquita más bonita de todo Estambul, llamada Ortakoy. Apoyo mi frente en la ventana, está fría. Los últimos coletazos del verano quedaban lejos en el puente entre Europa y Asia, y el otoño se ha instalado con fuerza. Levanto la mirada del tejado de pizarra negro y rojo y más allá del arce otoñal que da un toque más místico aún si cabe a la escena, ya que sus hojas mitad verdes mitad ocre dejan entrever faroles de múltiple colores. Pese al calor agradable que se respira dentro del hotel, el frío del mar del Bósforo me llega dentro. Escasos metros nos separan de sus agitadas aguas donde un sinfín de barcos de recreo, de pescadores o incluso de grandes transportadores de petróleo hacen sus idas y venidas, ajenos al devenir de los habitantes de tan bella ciudad. Louis Amstrong suena en el hilo musical. Al fondo, para culminar esta postal de ensueño, la perla del Bósforo, Sultanhamet. Asoman entre la tenue niebla los minaretes de Ayyasophia, los muros del palacio Topkapi y la enorme cúpula de la mezquita de Suleimán el Magnífico. Un vasto crucero domina las aguas justo bajo tan maña mezquita. Ojea su celular enfrente mío Jéssica, aplastada en su sofá y dejando entrever sus cabellos dorados por encima de sus pequeñas y suaves manos que no cesa de teclear. Y yo me siento bien.

Mezquita Estambul
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La vida es una viaje, y viajar ayuda a vivir.